viernes, 2 de febrero de 2007

ISABEL ESCUDERO: La autoría de la poesía popular


LA AUTORIA DE LA POESÍA POPULAR

Por Isabel Escudero

La autora estima que el enfrentamiento en torno al origen de la poesía popular, entre neorrománticos por una parte, que lo consideran ‘colectivo’ (Herder, Grimn) y los antirrománticos por otra, que lo consideran ‘individual’ (Milá y Fontanals, Croce…), es falso. Incluso se resiste a separarlos entre tradicionales y populares como Menéndez Pidal.
Por falta de espacio hemos suprimido la introducción donde desarrolla lo anterior al tiempo que nos remite al prólogo que, Agustín García Calvo, hace en ‘Ramo de Romances y Baladas’.

Nacida en el tiempo

Es el telar del tiempo el que va tejiendo y destejiendo el tapiz de la poesía popular en el polvo de los días, siendo irrelevante de que mano nació el primer rasgo, de qué boca salió la primera queja. Si del pueblo asustado de sí mismo ante un crimen monstruoso o del tejido de un amante abandonado en una noche sin fin, o del amoroso desvelo de una madre para tranquilizar al infante en la cuna o de la utilidad laboral del acompañar con los cantos los esfuerzos de los segadores, o del grito del minero en la oscuridad de la tierra, eso si brotó desde abajo. O desde los buenos oficios, desde la habilidad de un poeta de pueblo, sabio en imitaciones, al que se encarga glosar las fiestas locales o las bodas de un vecino. O desde arriba desde la Literatura, desde la escritura propiamente dicha, en regalo de algún poeta erudito (caso por ejemplo de J. R. Jiménez) que desde el alto reconocimiento de las Academias y la Cultura estatal, se cura de su mala conciencia haciendo, unos cuantos guiños de corte popular en agradecimiento a la raíz de todas sus glorias: el lenguaje popular. Venga de donde venga el acuerdo primero, el acierto no es ese instante sino el lento vagar por la memoria y las bocas de las gentes en usos y olvido; ahí es donde se recrea –ese es el modo de crearse de la poesía popular. Porque en tanto que en la creación de la poesía erudita –la escritura de autor personal- se pretende, salvo raras excepciones, imitar a Dios creando algo de la Nada para hacer más Mundo, más Realidad, dejando la huella del autor –su propio nombre- quizá uno de los rasgos más definidores de los aciertos poéticos populares es que actúan como un desgarrón, como un deshacer de realidad, como un descrear el Mundo desvelando su Nada. O sea que la buena poesía popular, la poca que consigue acertar (no quiere decir que todo lo popular sea inteligente), actúa creando nada de las cosas, disolviendo el Mundo ya tan hecho, tan bien fundado; la que va a dejar ver como tras un jirón el caos, o ese temblor de por debajo que se nos aparece a veces como razón o como belleza o como verdad, pero siempre como misterio.

Un yo cualquiera

En la creación de la poesía popular nacida de y en la tradición popular poética, las cuestión del ‘sujeto creador’ (sea quien sea) implica unas condiciones que no so0n als propias del sujeto creador culto. Implica, por ejemplo, una personalidad lo más despersonalizada posible, vaga, difusa; un yo que sea un yo cualquiera, como es el yo gramatical cuando habla. El sujeto creador con nombre propio molesta en la creación de la poesía popular; es un impedimento, tiene que saberse quitar de en medio; perder su nombre para hacerse pueblo. Con esa condición de yo impersonal, ese yo será también tú, y ello al mismo tiempo porque su flecha va a clavarse en el corazón de todos, en el corazón común. El yo popular es un yo en que uno deja de ser uno para ser uno cualquiera, quitándose de en medio y dejando hablar al lenguaje. Pero ese yo tan débil personalmente tendrá un fuerte temperamento (fuerza impresita) mucho carácter y poca personalidad. Así de difícil, pero así es como funciona.

Contar cantando

¿Y cómo consigue esto la voz del pueblo? Lo consigue, entre otros procedimientos, porque en el fondo, aunque haga poesía lírica, está haciendo épica, está narrando: está contando mientras canta. El mismo distanciamiento y precisión con que cuenta las hazañas del héroe épico, o los entresijos de un crimen horroroso, ese dar la voz a lo otro entraña un cierto extrañamiento cuasi mecánico, como si de marionetas movidas por hilos se tratara; ese mecanismo está en la base de lo trágico, pero más aún de lo cómico; el yo lírico popular actúa también con ese alejamiento entrañable de ser y no ser el mismo el que sufre y el que habla. Aún en el más desgarrado de los quejidos del cante jondo aunque se apele al instante dolorido se está apelando al dolor común. Mi desgracia es la desgracia, como en esta soleá:

Cuando me pongo a considerá
Que me tengo que morir
Tiro la manta en el suelo
Y me jarto de dormir.

Por lo tanto no importa quien haga la poesía popular sino lo que ella hace y deshace. El temple de lo popular no está en su autoría ni en su origen sino en su masa, en su decurso y en su destino, en los lugares que toca. Si llega o no llega al pueblo, si este la retiene porque sea no solo popular sino memoriosa. Si está viva al oído y al corazón popular –pueblo que no tiene una tipología concreta ni una clase social determinada (**)y que está allá donde está la razón común hecha razón poética. Si vive en el tiempo, si es tiempo puro su trama, tiempo que de vez en cuando al parar nos deslumbra enseñándonos el cristalino cuerpo del instante.

(Texto extraído de la conferencia del mismo título, que la autora expuso en los Cursos de Verano de la Universidad Complutense, en Almería, julio de 1992)


__________
(**) Entendemos (ACLARA LA AUTORA) que quizá una condición sustancial de pueblo sea lo nacido en rebeldía desde abajo hacia el sometimiento impuesto desde arriba, sea desde instancia gubernamental o contra los mismos cielos; eso en el plano colectivo y en el plano solitario, la guerra de cada cual con su próximo y contrario.

CAMINAR CONOCIENDO, PAGS. 26-27, Nº 3, MAYO DE 1994

JOTAS (Para cumpleaños)

Esta mañana temprano
cantaban las codornices
y en el cántico decían
que lo pasen muy felices.
*
La guitarra pide vino
y las cuerdas aguardiente
y el mocito que la toca
chiquitas de quince a veinte.
*
Esas dos que están bailando,
las dos me parecen bien:
una parece una rosa
y otra parece un clavel.
*
Eres chiquita y bonita
como un grano de cebada.
Lo que ties de pequeñita
lo tienes de resalada.
*
En Madrid, con ser Madrid,
y ser la ciudad más grande
sale el sol por la mañaan
y se pone por la tarde.
*
Toda la noche he venido
atravesando tomillos
sólo para venir a verte,
virgencita del Cubillo.
*
Despedida:

Ya te doy la despedida
la que echó Cristo en Belén:
quien nos ha juntado aquí,
nos junte en la Gloria, amén.

Agradecemos a la señora J. Maro López de San Bartolomé de Pinares estas canciones aprendidas cuando niños.

APARECIDAS EN EL Nº 3, PAG. 28, DE LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO. MAYO DE 1994

ROMANCES Y COPLAS: ¡Cuánto te quiero, padre!

¡Cuánto te quiero, padre!

Como personas mayores
decían ciertos muchachos:
"Si nos dieran a escoger
el porvenir que anhelamos
¿qué es lo que escogeríamos?:
Yo cura, yo boticario;
yo general o ministro,
yo médico o abogado".
"Pues yo solamente quiero
-exclamó el niño más guapo-
que mis padres vivan
por lo menos tantos años
como yo viva en el mundo".
"Para qué -le preguntaron-
si estarán tan achacosos
que no podrán dar un paso".
"Los quiero precisamente
para llevarlos del brazo.
Pues ellos conmigo hicieron,
siendo yo niño, otro tanto.
Quiero pagarles la deuda
para no ser tan ingrato".
¿Quienes van más acertados:
los que pedían destinos,
riquezas, honor y mandos
o el que sólo deseaba
contemplar siempre a su lado
aquellos seres queridos
que su existencia labraron?

Agradecemos al señor P. Sanz Manjón (Las Navas del Marqués) este texto aparecido en la página 28 del nº 3 de la revista 'Caminar Conociendo' de mayo de 1994

2º Concurso de Poesía 'Caminar Conociendo' de...

la Biblioteca Pública Municipal de Las Navas del Marqués

ADULTOS
PRIMER PREMIO:

Mercado Central de Sarajevo
.

La rosa no huele con su olor fino,
la estrella no brilla con su luz más pura,
el ruiseñor no abarca la hermosura
de la noche con su más hondo trino.
El fétido olor a pólvora, y que al adivino
sólo le queda rezar en la noche oscura,
me hace sollozar la desventura
de la familia en su destino;
empezó hace mucho la pena grandiosa,
con su fiero corazón se lamían
el llanto de la herida insuperable...
Ya no podré oler la plácida rosa,
la estrella no me inflamará la poesía,
y el ruiseñor no me sonará deleitable.
.

Julio Peinado Castrejón
Edad: 45 años

INFANTIL
PRIMER PREMIO:


Las estrellas
.

Un día dormida
vi las estrellas salir
detrás de una colina.
Saltaban,
hablaban,
cantaban.
La luna las vio
y las regañó:
-¡A estas horas de la noche
que puede venir un coche!
Las estrellas que la vieron,
rápido al cielo subieron.
Cuando la luna no está,
ellas bajan a cantar.
.

Irene Pascual Quirós
Edad: 10 años

JUVENIL
PRIMER PREMIO:


No te enamores nunca
.

No te enamores nunca, no te enamores jamás,
que su sonrisa de niña se puede marchitar,
que tus ojos tan brillantes se pueden empañar,
con lágrimas puras y frías que nuca secarás,
que te puede dejar un vacío que nunca llenarás,
y por mucho que te diga yo esto, ningún caso me harás,
y despacito y sin quererlo, de él te enamoarrás,
tu corazón pequeñito poco a poco se abrirá.
A todas tus amigas de él les hablarás,
tus libros y pupitres con su nombre grabarás
con una letra que nunca borrarás.
El día que eso pase, tu mundo cambiará,
lo verás maravilloso y un mundo de cristal,
en el que sólo los dos podéis habitar.
Mires por donde mires su rostro tu verás,
sus cabellos, su sonrisa y su forma de mirar.
Pero un día ese mundo se podrá derrumbar,
y quedarás sola viendo como él se va,
y una lágrima dorada tu sonrisa mojará,
y quedarás vacía y con ganas de llorar.
Tus amigas y amigos te intentarán animar,
y te presentarán a alguien muy especial,
que te gusten sus cabellos, su sonrisa y su forma de mirar,
y sin darte cuenta, te habrás vuelto a enamorar.
.

Yolanda Herranz Arribas
Edad: 14 años

DE LA PÁGINA 29 DE LA REVISTA 'Caminar Conociendo' NÚMERO 3 DE MAYO DE 1994. LA PÁGINA TERMINA CON UN DIBUJO DE UNA NIÑA DE 8 AÑOS LLAMADA IRENE GARCÍA DE DOMPABLO

jueves, 1 de febrero de 2007

Iván Marcos Blanco: OCIO Y TRABAJO EN VERANO: TURISMO JUVENIL


Por Iván Marcos Blanco

Como cada año la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León ofrece una serie de actividades que se desarrollan tanto en territorio nacional como en el extranjero. Se presenta como una buena oportunidad para elegir entre un amplio abanico de lugares y programas, siempre con la gran ventaja de ser financiados por la Consejería y por lo tanto de ser muy asequibles. Para los más jóvenes (8-14 años) se realizan una serie de Encuentros Vacacionales, que tiene lugar en campamentos y albergues. Los campamentos se ubican en sitios tan atractivos como: Quintanar de la Sierra ( Burgos), San Pedro de las Herrerías (Zamora) o La Legoriza (Salamanca), y en ellos los más pequeños tiene la ocasión de formar parte de talleres manuales, realizar excursiones por diferentes rutas y participar en las actividades al aire libre, que se llevan a cabo. Los precios de estos campamentos oscilan sobre las 14.000 y tienen una duración de dos semanas. Los Encuentros Vacacionales que se desarrollan en albergues tienen un precio más elevado, unas 20.000 pts. y los lugares a los que se podía optar el año pasado eran: Las Palmas de Gran Canaria, Alcocebre (Castellón) incluso se organizó un Encuentro Vacacional en el extranjero en la localidad de Le Chateau de la Valette (Francia), que tuvo lugar del 1 al 20 de julio. Los que tengan una edad comprendida entre 15 y 17 años podrán acceder a los intercambios Castellano-Leoneses que se desarrollan en coordinación con otras comunidades, estos intercambios se dieron en sitios como Gandarío (La Coruña) o Poo de Llanes (Asturias)
También para los que tengan la fortuna de estar en este periodo de edad podrán optar por los cursos de idiomas organizados por la Universidad de salamanca. Así el último verano se formaron unos cursos de idiomas en la propia comunidad autónoma que tuvieron lugar en la Residencia Juvenil ‘Consejo de Europa’ (León) y en la Residencia Juvenil ‘Arturo Duperier (Ávila)
Estos cursos fueron impartidos por profesores nativos y sus precios eran aproximadamente de unas 68.000 pts. También la Universidad de Salamanca ofreció una serie de becas para acceder a cursos de idiomas en el extranjero, los lugares de destino fueron EE.UU. e Inglaterra. Dentro de los cuales se comprendían tanto alojamiento, desplazamientos como enseñanza. Los precios eran de 175.000 y 135.000 pts., respectivamente, y el periodo de duración fue de un mes.
Para los jóvenes carrozas, entre 18 y 30 años, la oferta no era menos suculenta. La conquista del viejo continente se podría materializar a través de varias alternativas. La Junta de Castilla y León presentaba dentro de la sección de Turismo Joven tres viajes diferentes:
-París-Londres: del 9 al 17 de julio y con un precio aproximado de 34.000 ptas.
-Bruselas-Maastrich-Luxemburgo-Estrasburgo y Ginebra: del 19 al 27 de julio, con un importe de 29.000 ptas.
-París-Rotterdam-Amsterdam-Brujas-Bruselas: del 6 al 14 de agosto y por el módico precio de 42.000 ptas.
En todos estos viajes se incluía tanto transporte como alojamiento.
También para los que tengan un carácter más inquieto y deseen pasar el verano aprendiendo una actividad pueden hacerlo gracias a los campos de trabajo que se organizan tanto en nuestro territorio nacional como en el resto de Europa. A nivel de comunidad autónoma se suelen formar campos en prácticamente todas las comunidades: Andalucía, Asturias, Baleares, Canarias, Castilla-La Mancha, Cataluña, Extremadura, Galicia, Madrid, Murcia, Navarra, País vasco, y Valencia. El precio de los mismos es de 8.000 ptas., donde no se incluye el viaje.
A nivel internacional los campos se convierten en lugares propicios para la convivencia de jóvenes de todas partes. Por lo que es aconsejable saber manejar mínimamente algún idioma foráneo, aunque siempre pueda existir el recurso de las señas. Estos campos tuvieron lugar el año pasado en sitios como Dresden, Stuttgart, Postdam (Alemania), Karlevo, Morso (Dinamarca), Baxter, Auterive (Francia), Newport (EE.UU), Vallerois-Le-Vois, Clermont, Belfast (Gran Bretaña), Majdanek (Polonia), Prga (Checoslovaquia). El precio para poder acceder a estos campos es de 6.000 ptas., a las que hay que añadir una cuota propia de la Junta. Debemos tener en cuenta que el viaje se lo debe costear cada persona. Tanto en los campos nacionales como en los internacionales entre las actividades que se pueden aprender son: arqueología, jardinería, medio ambiente y construcción. La duración de estos campos suele ser de unas tres semanas. El periodo de inscripción de las actividades descritas previamente comienza a primeros de mayo y para ello se debe acudir a la Sección de Juventud de los Servicios Territoriales de Cultura.

Europa en tren

Para aquellos que quieran hacer su propio itinerario a través de Europa se les presenta la oportunidad de combinar la tarjeta Inter-Rail con el carné de alberguista internacional. Para poder utilizar esta oferta de RENFE es necesario ser menor de 26 años, y tiene la gran ventaja para el usuario de poder circular libremente por los países que forman la red Inter-Rail. De esta forma podemos desplazarnos en el trayecto que se nos antoje durante cualquier día de la semana y en cualquier tren. Los trayectos se harán en segunda clase, a no ser que se quiera pagar una cuota, que en la mayoría de los casos no es excesiva, y que nos permite viajar en litera durante los trayectos nocturnos. El precio de la tarjeta es de 32.700 ptas. Una vez alcanzado el punto de destino deseado, podemos alojarnos en uno de los 6.000 albergues de 30 países que hay a lo largo del mundo. Para obtener información más exacta de los albergues, en las oficinas del T.I.V.E. se pone de venta al público una guía minuciosa, donde se recogen tanto la localización espacial, como los precios de los mismos. Además en estas oficinas podemos adquirir tanto la tarjeta Inter-Rail, como el carné de alberguista.

Direcciones de interés:

Servicio Territorial de Cultura
Sección de Juventud
C/ Fuente el Sol, 1 – Ávila
Tef: (920) 355097
Oficina del T.I.V.E.
Plaza de la Constitución – Salamanca
Jesús Rivero Meneses, 2-3º Valladolid
Tef: (983)354563

Iván Marcos Blanco

TEXTO DE LAS PÁGINAS 48-49 DEL Nº 3 DE LA REVISTA ‘CAMINAR CONOCIENDO’

miércoles, 31 de enero de 2007

José Mª Amigo Zamorano: El caso del escritor Eusebio García Luengo

Poder popular e información veraz

Acabó la guerra nacional revolucionaria del 36-39, o como quiera denominarse, con la derrota del pueblo español, o si se quiere de los pueblos del estado español, pero con la derrota. Bueno, si hemos de escribirlo con el espíritu de D. Eusebio García Luengo: “con la derrota de una parte mayoritaria del pueblo español”.



Él, cronista de guerra en una zona de Levante, es reunido con otros para informarles de que se ha acabado la guerra. Les recomiendan algunas cosas. Luego los reunidos se desperdigan. Él con su fusil al hombro (fusil que nunca utilizó pues su frente era el de la cultura) y un hato de libros, se dirige hacia Valencia donde estaba su familia. Muchas ‘leguas’ para hacerlas de un tirón. Se sienta al cabo de un rato a la vera del camino. ‘Tanto luchar para esto’, se diría dejando asomar una lágrima en sus ojos, como este verano cuando se despidió de nosotros ‘barruntando’ el final. Mira el fusil. Mira el hato de libros. Coge el hato de libros y deja el fusil en la cuneta (¿para qué llevarlo?) prosiguiendo el camino.

En Valencia, por una parte el ejército franquista conmina a los ex soldados de la República para que se reúnan en la Plaza de Toros; y por otra entre los círculos republicanos se aconseja ir a determinada playa, porque vendrá un barco (barco que nunca llegó) que los llevará al exilio.

D. Eusebio, que no está vestido con traje de tropa, se dirige por el contrario a la estación del tren rumbo a Madrid. Como en el trayecto se dice que hay tropas en la estación madrileña, en un pueblo antes de Madrid se baja. Yéndose a pie a su casa de Cuatro Caminos donde vivía entonces.

Luego el hambre, la visita de un policía secreta que le hizo algunas preguntas, prometió volver y nunca lo hizo. Y búsqueda de trabajo. Nuevos conocidos. Vuelta a escribir: novelas, artículos... cuidando mucho de lo que se dice. Nada de política. Y a criar cuatro hijos.

No tuvo que desdecirse de nada. No fue tampoco un rebelde expreso. Lo denominaron siempre de los del ‘exilio interior’. Ahí lo colocó su amigo el filósofo Carlos Gurméndez, aunque él decía: ‘¿y eso qué es?’. Escribe, sobre todo en revistas. Alguna temporada en el ‘Arriba’ o en el ‘ABC’. Dentro de su honestidad (sin ser un héroe) hizo algo por los amigos; así, en el diario ‘Arriba’ escribió un elogio sobre un pintor trotskista gallego (lamento no acordarme ahora de su nombre) amigo suyo o conocido del que el pasado año le hicieron una exposición-homenaje en Madrid; a la entrada del recinto estaba, en grande, el artículo de D. Eusebio citado.

Fue, D. Eusebio, un escritor que se decía republicano y ateo. No de un republicanismo y ateismo militante, sino, cómo lo diríamos: de declaración limpia y clara, cuando viene a cuento, sin marear la perdiz; ¡‘coño’, de una forma natural, como quien dice ‘voy a comer’!.

Ha muerto hace unos días.

En la nota biobibliográfica no aparece la época de luchador de ‘impregnación marxista’ como él solía decir; es más, al asociarlo a la ‘Juventud Creadora’ (cosa que no es cierto por lo que él mismo exclamaba ‘¡y yo qué tengo de poeta!’) con el falangista José García Nieto, lo convierten casi en un franquista... ¿por qué?

Una contestación, para algunos fácil y simplista, sería, más o menos, así: ‘la Reacción ha tergiversado su vida’. Hasta D. Eusebio diría: ‘la Reacción, ¿qué es?... ¿algún organismo?... ¿un grupo poderoso de personas?... ¿el Estado Mayor Central del Capital?... ¿la Cúpula del Imperio Mediático?'... Si, incluso él haría esas preguntas con cierta sorna campesina.

No, no se trata de ver fantasmas. De inventar conjuras. No. En absoluto.

Pero, hasta en una respuesta tan simple como ‘La Reacción ha tergiversado su vida’ hay algo de verdad y de razón. No la Verdad y la Razón absolutas, pues cada Medio de Comunicación tiene sus fuentes de información. Pero una pizca, si que posee.

Veamos: ¿no existen Agencias de la Comunicación?... ¿no elaboran estas agencias las noticias?... ¿no las venden a diversos medios?... ¿No tienen sus órganos directivos?... ¿No tienen una línea de actuación?...

Las preguntas tienen una contestación rotunda: ¡sí! Todos sabemos de la existencia de la agencia EFE, Europa Pres, France Pres, Reuter... Y, sin ser unos conocedores de los intríngulis de este tipo de empresas, mediante la acción política diaria conocemos del sumo interés con que ponen los diferentes grupos del Poder en controlarlas, en poner en la dirección a sus criados y en contratar al personal sensible a su línea. No sólo esto sino que también sabemos que las empresas tienen el fin último de ganar, ganar, ganar... cuanto más mejor: esa es su política y su ideología. La ideología la tienen en el bolsillo, en la cuenta bancaria, en los dividendos.

Nos podrán decir que esto también es simplista, que hay matices; efectivamente hay matices: al mismo tiempo, cada una, tiene sus prioridades, sus pautas, sus bases de datos, sus clientes... sino no tendría razón de ser que hubiera varias: existiría una sola. La vida es plural; y plurales son las ambiciones por poseer. Aunque en último extremo de lo que se trata es de obtener el máximo beneficio. Y tener mucho cuidado en favorecer a los que les dejen ganar mas y aplastar a la competencia. Ese es el marco: el capitalismo, los distintos regímenes dentro de esa finca... En el caso de España: el régimen monárquico.

Desde este punto de vista, si que hay una ‘Reacción’ que domina. No es una ‘Reacción’ monolítica, única, sino plural, diversa... dentro, claro, del terreno de actuación que henos dicho: la ‘Monarquía’ en política y el ‘Capital’ en economía; en resumen: todos a una, como en una Fuenteovejuna antipopular.

Es la herencia del franquismo convertido en democracia. Son los franquistas, sobre todo los hijos de franquistas, que se dicen demócratas, también con matices, los que han dirigido el cotarro; los que han capitaneado la llamada transición; los que se han repartido los sillones más sustanciosos porque la oposición antifranquista, es decir, el PSOE y el PCE, fueron simples comparsas.

El escritor Eusebio García Luengo los conocía bien porque tenía afición a lo que él denominada ‘nacencia’: ‘Sí, tengo que saber –decía de los personajes- en qué pueblo nacieron, de qué viven, cuales son sus aficiones, quienes eran sus padres y ¡hasta las madres que los parieron!’.

Así sabía, porque nos lo dijo, que Cebrián comenzó en ‘Arriba’ (órgano de Falange donde su padre fue director); que Pradera era hijo del ‘Pradera falangista que matamos los republicanos’. Hemos citado en primer lugar a dos ‘connotados’ jefes de El País, diario que se las da de lo más ‘inri’, de lo más “progre”. Si seguimos por El Mundo, dirigido por un discípulo del Opus Dei, tienen puestos importantes, por ejemplo, los ‘Serna’, destacados jefes franquistas o hijos de ellos.

Y así sucesivamente encontraríamos ejemplos para llenar páginas y páginas solo con Madrid y Barcelona y, no digamos, en provincias del estado donde el Poder ha variado menos, está mas petrificado; baste citar que el diario denominado ‘Hoy’ de Extremadura el redactor jefe en Cáceres es sobrino de Juan Fernández Figueroa, el falangista que dio trabajo a D. Eusebio tras acabar la guerra.

De modo que la frase, aparentemente simplista, ‘La Reacción he tergiversado su vida’, tenía mucho de verdad.

Con esto que nadie nos trate de injustos, nada mas lejos de nosotros: entre los trabajadores de los medios de comunicación no creemos que predomine la ideología ‘facha’, y muchos sin duda serán honestos con lo que hacen; pero que nadie se llame a engaño: todos saben donde están: trabajando con el Poder, con la Reacción, con el Capital, porque de algo hay que vivir. Algún día saldrán a derribar todo este tinglado.

Este tinglado múltiple, que es la que se denomina Reacción, seguirá con su poder durante tiempo. Está pegado al sistema. Como una lapa. El déficit de democracia que, con el Partido Popular, se ha incrementado no ha venido por casualidad, de repente, como un rayo en cielo sereno. Es la estela del franquismo. Incluso su embigotado jefe es hijo de franquistas y la sede de su partido está en la misma calle en que estaba Falange.

El PSOE, en el que entró una parte de los franquistas en masa, no hizo nada, cuando estuvo en el Gobierno, por desmantelar la base de la dictadura. No hubo ‘Ruptura’, ni Democrática, ni de Ningún Tipo. No se depuraron responsabilidades y ahora los enanos salen desde todas las rendijas, ranuras, grietas...

¿Qué hacer?... ¿Quedarnos quietos?... ¿Esperar que el cadáver del enemigo pase en ataúd frente a casa?... ¿Sumirnos en la ironía o el cinismo?... ¿Refugiarnos en una torre de marfil?...
La respuesta a estas preguntas también debe ser rotunda: ¡No!

Efectivamente, no. En absoluto, no. Hay que montar un poder popular paralelo diverso, de momento en las sombras estelares del universo de esta red, lanzar nuestra información veraz. Un ejemplo es la página de ‘Rebelión’ y otras que por el cielo digital andan. De lo que se trata es de segarle la hierba a los caballos de la Reacción para que un día, un día... un día no puedan alimentarse. Un día en que podamos leer, por ejemplo, una información veraz, sin que haya sido cocinada, aderezada por la Reacción. En que la vida de D. Eusebio, es un decir, no se vea tergiversada de tal modo que casi aparezca, en lo que era un antifascista y republicano, en un cuasi franquista constituyendo ¡mentira! ‘La Juventud Creadora’ con un falangista como García Nieto al que, efectivamente, conoció y pudo estimar, pero nada mas.

Eusebio García Luengo: Notas sobre "El rey se muere" de Ionesco'


Madrid: Índice, enero de 1965, año XVIII, nº 193

“El rey se muere” es una meditación sobre la muerte o, si esto parece excesivo, la descripción de una agonía. Entre sus mayores méritos figura, a mi juicio, el de que esta agonía viene a ser casi la vida entera del personaje, con lo cual tenemos que la obra constituye también la síntesis o resumen de la existencia de un hombre en relación con su muerte, o más claramente expresado quizá, la visión de esa misma existencia a la luz o a las sombras de la muerte y en contraste con ella.

No hay nada que más enfade en los modos críticos al uso que el afán de hacer interpretaciones exageradas y pedantes sobre obras entecas y de texto raquíticamente equívoco y ambiguo. Sobre muchos de estos autores –y muy especialmente sobre quienes cultivan como Ionesco en género en que la realidad está aludida de manera metafórica, o surrealista o simplemente caprichosa- leí a menudo atribuciones más arbitrarias todavía que sus mismas obras, por las que se quería ver en lo escrito algo que no estaba allí para cualquier persona de buenas entendederas.

Los autores se prevalían de una artimaña escamoteadora. Utilizando un lenguaje pobre y unas cuantas imágenes de dudoso sentido se pretendía sembrar una profundidad de verdad inexistente. Curiosa invención esta de escribir sin escribir, de decir lo que no se ha dicho y de hablar balbuceando incoherencias. A cualquier escritor un poco ladino le bastaba –lo cual no es pequeña habilidad- aprovechar, con arreglo a su cacumen y a su capacidad de asimilación, las mil expresiones y formas ya acuñadas a lo largo de los siglos en la literatura universal para dar a entender o insinuar que ellos han desencadenado también sus propias expresiones. Pero como estas están ahí o no, sin posible escamoteo, se apela de nuevo a dar a entender con frases de vago significado que quieren decir acaso, tal vez, no se sabe con certeza qué.

De modo que un personaje exclamaba “vida, muerte, puñeta, mesa, tierra, ven, vete”, todo ello en una situación poco definida, para que los exégetas de turno se apresuraran a exclamar a su vez: “Qué hondura, qué drama existencial, qué sarcasmo, qué sátira de costumbres, qué horrible desolación se transparenta en aquel alma...”

Había que denominar farsa a tal género, y así el término venía a encubrir holgadamente toda clase de esfuerzos impotentes y de piruetas, de pamemas y de forcejeos tartamudos. Si se echaba mano del símbolo, no hay más que pedir. El símbolo es una operación por la que se sustituye o sintetiza una realidad compleja, casi siempre de índole muy ampliamente espiritual. Puede tratarse de un concepto o de una situación o serie de situaciones humanas que se reducen o abstraen a una sola que las comprende a todas. Pero en rigor toda realidad es simbólica, porque ningún tipo, personaje, situación, sentimiento, posición ante la vida y las cosas se detienen en si mismos, sino que se refieren a otros muchos, pues de lo contrario no serían expresables ni comunicables.

El símbolo se presta a las grandes concepciones sobre el destino del hombre, pero también a las mayores vaciedades. Simbolizar a la pureza, la bondad, las tiernas inclinaciones ha dado lugar modernamente a las más espesas cursilerías y a las más pretenciosas oquedades. Ciertos escritores llenos de ecos, no son sino caja o mecanismo de resonancias, por lo cual se pone en movimiento determinadas palabras que arrastran vagas significaciones. Claro que escribir consiste en poner palabras unas detrás de otras, pero el resultado depende de cuáles sean éstas. Hay que ponerlas todas y sólo las suficientes. El exceso y la garrulería es tan vicioso como la pobreza que pretende hincharse. Hinchazón semejante a la de la avitaminosis es la que algunos proyectan sobre ciertas obras paupérrimas.

Cuanto va dicho en los últimos párrafos, ¿tiene relación con Ionesco? Sin duda, pues es uno de esos autores cuya suerte consiste en suscitar ofuscaciones y confusiones. No creo que aquello que se discute sea excelente por eso mismo, pues en muchas cosas discutidas hay un elemento espúreo. La obra que provoca discusión puede no despertar otros movimientos de ánimos más fecundos y duraderos. “Rinoceronte”, por ejemplo, se discutió por ese elemento de extravagancia, de sorpresa y de ambigüedad significativa con que jugó Ionesco, aunque se trataba, a mi parecer, de una obra taimada, halagadora de la pedantería más necia de quienes se creen independientes. Escribir una sátira contra el gregarismo mediante una metáfora tan vaga y tan arbitraria como la de que todos se van convirtiendo en rinocerontes, no puede ser más pueril y más obvio. Los impulsos más nobles del hombre son tan gregarios como los más viles y es tan gregario Ionesco como yo y como cuantos aplaudían en el teatro a una independencia y a unos valores humanos que no se sabe en qué consiste. Todos los valores humanos, incluso el de la independencia, son gregarios. En fin, esto me llevaría lejos y sólo quiero poner de relieve que Ionesco desarrolló una peripecia sin ningún interés para mí, aunque en el primer acto de “Rinoceronte” mostraba inequívocamente su calidad de observador de costumbres y de magnífico humorista. (El director de INDICE dijo sobre “Rinoceronte” muy atinadas palabras)

¿Por qué me interesó, en cambio, “El rey se muere”? ¿Puede haber diferencia esencial en dos obras del mismo autor? No estoy seguro de lograr una explicación clara en pocas palabras. Tampoco conozco bien la obra de Ionesco, pese a las lecciones que debo a Ángel Fernández-Santos. MI actitud era más bien de reserva –porque “Las sillas” o “La cantante calva”, por ejemplo, no me parecían ni bien ni mal- cuando oía como espectador sencillo, pero ¡ay! con muchos prejuicios, “El nuevo inquilino” en el María Guerrero. (Todo lo que concierne a la representación, interpretación y puesta en escena fue justamente alabado por la crítica de los diarios)

“El nuevo inquilino” es una ocurrencia verdaderamente ingeniosa, una especie de sainete trascendental. Aquí si que se puede responder que Ionesco no se ha propuesto decir otra cosa sino lo que está allí. Pero el caso de “El rey se muere” es mucho más patente, porque lo que está allí resulta sobremanera explicito. No hay que preguntarse nada sobre las dos reinas que sienten y hablan muy coherentemente, no sobre el papel del médico-verdugo-astrólogo –aunque éste suponga mayor abstracción--, ni sobre la criadita que representa al pueblo en general, pero que sobre todo se representa a sí misma.

Un humor de buena ley se transparenta a través de observaciones sobre el poder, la guerra, la política. Temía al principio que lo grotesco y lo desorbitado, la caricatura esperpéntica –por emplear un adjetivo que inventó nuestro escritor y del que ya no puede prescindirse- se adueñasen de la escena. Pudieron suceder los episodios abigarrados en una especie de delirante y revuelto aquelarre. El autor, sin embargo, procede con sobriedad y combina muy escasos elementos. Toda la obra resulta contenida y traspasada de buena sabiduría de buen escritor.

Algunos opinan de ella que “no es Ionesco”, queriendo decir que se aparta de otros modos, los cuales se les antojan más peculiares y también más renovadores. Es mucho que a un autor se le conceda un estilo, aunque con demasiada frecuencia más que un estilo sea un tranquillo. No obstante, a mi no me importa que “El rey se muere” sea o no Ionesco en aquel sentido, pues es posible que resulte mejor y a la larga venga a cimentar la verdadera personalidad del autor. Tanto más cuanto que esta obra tampoco carece de rupturas, de los juegos violentos con el tiempo, de la exageración graciosa, de los símbolos arbitrarios y, al mismo tiempo, muy reales. Tales, por ejemplo, como que el rey quiere mandar a la lluvia o al sol, o cuando el alabardero –que representa todo el ejército y en realidad todas las fuerzas políticas- se niega a obedecer. El meollo o núcleo de “El rey se muere” es clásico y su modernidad procede de ello y de una visión irónica, desprendida, en que los sentimientos y las pasiones se hallan aludidos con lejanía y en cierto modo intelectualmente, en la buena acepción del término, no en puro galimatías pretencioso, sino diciendo cosas sencillas y agudas.

De dicha abstracción procede seguramente la frialdad que otros –o aquellos mismos- advierten en la obra, que viene a ser una especie de tragedia grotesca sin emoción, un melodrama cerebral. Si no se hubiese escrito con un pulso verdaderamente dramático, sería monótono e indigesto. Pero lo que le ocurre al rey, o lo que dice, o siente o recuerda, está expresado con conocimiento del alma humana y en admirable síntesis. Resulta difícil presentar una corte convencional y sin embargo también convincente por los elementos históricos y psicológicos que en ella se conjugan, y también por la brevedad de esa combinación.

Ningún critico, que yo sepa, echa de ver los dos rasgos que me parecen más de notar en esta agonía, la cual en realidad duda toda una vida: el miedo y la ausencia de Dios. Este hombre que es el rey –lo último, quizá, sea, lo que menos importa, aunque conserve el gran instinto espectacular de Ionesco- se halla aterrado y para nada se acuerda ni se pregunta que le espera en el más allá ni se plantea ningún problema de ultratumba. Se trata del más oscuro y biológico terror a la muerte, sin más. En tal sentido la obra de Ionesco resulta un tanto cínica y desgarrada y no precisamente porque se usen tales o cuales expresiones fuertes –burda maña-, sino por su tono total. ¿Tiene que ver esto con el pesimismo de que tanto se habla? No es fácil ser pesimista, y la mayor parte del presunto pesimismo actual no pasa de expresiones inertes y de frases estereotipadas.


EUSEBIO GARCIA LUENGO



Eusebio García Luengo: 'Jusep Torres Campalans'


JUSEP TORRES CAMPALANS

Max Aub. Tezontle. México, 1958

Por Eusebio García Luengo. Madrid: Índice, nº. 120, diciembre de 1958.

(Sagaz comentario sobre la obra de Max Aub, pues sin ser crítico de arte, Eusebio, descubrió, que, detrás de este título, no había una biografía de un personaje, sino otra novela del autor. Luego, el gran escritor español, exiliado en México, dio a conocer a su Torres Campalans como un apócrifo)


Es la primera vez que leo un libro donde se aborde una modalidad semejante: la de una biografía inventada o novela que toma la forma biográfica, con sus citas documentales, sus referencia cronológicas, sus personajes reales que acompañan y entre los que vive el protagonista, diálogos con personas que existen o existieron... Experiencia curiosa y desconcertante. Tanto y hasta tal extremo lleva el autor su ficción biográfica, que nos da, entre otros muchos testimonios, los retratos de los padres del pintor Torres Campalans, y reproduce sus cuadros. Y aquí topamos con otra máxima dificultad, que ha debido de vencer el autor: como se trata de un pintor apócrifo, los cuadros los tuvo que pintar el propio Max Aub. Y no ahorra tampoco fechas, explicaciones de tema y estilo artísticos, ni sobre las circunstancias concretas en que fueron pintados. Igualmente nos da detalles de lugar, de testimonios sobre el pintor por seres históricos como Max Jacob, Casas, Apollinaire, Cocteau, Malraux, y también los del pintor sobre alguno de esos personajes. Llega un momento en que la acumulación de datos verdaderos son tantos y de tal calidad al lado de los inventados, que se duda. ¿Habrá existido este Torres Campalans, catalán de origen campesino, que se fue a París de joven, que conoce y habla con Picasso, Gris, Derain; que se expresa con desgarro, anarquista y católico; que expone sus conceptuosas teorías sobre lo que se proponen hacer en arte en aquel principio de siglo; que critica a unos y a otros; que marcha a Méjico en el 14; que ha dejado un cuaderno de aforismos...?


En su difícil e ingeniosa superchería, el autor llega a publicar un catálogo de la presunta pintura de Torres Campalans, atribuido a un crítico inglés, del cual a su vez da pelos y señales. Naturalmente, el pastiche, en general, es tanto más valioso cuanto más logra poner en duda que lo sea. Max Aub vuelve con su texto y su pintura a plantear un viejo problema: el de si la obra de arte tiene valor en sí misma, independientemente de su originalidad personal. En otras palabras: en el caso de que una imitación llegue a ser confundida con el original, ¿qué valor puede atribuirse a aquella? Ocurrió no hace mucho con Chirico.

Pues las pinturas que Max Aub reproduce de la época cubista pueden ser auténticas en sí mismas, aunque no sean de Torres Campalans ni haya existido éste. Aquí radica uno de los méritos fundamentales del libro: en el enorme conocimiento que revela de una época de la pintura y del arte contemporáneos en general. Max Aub ha asimilado profundamente corrientes y escuelas y trae a su libro un trasunto de ellas que nos parece fidelísimo. Esos años, hasta la guerra del 14, que vivieron algunos pintores españoles en París, están reflejados con gran animación y fuerza.

Si reparamos en el estilo de Max Aub, advertimos en seguida que Torres Campalans y él son la misma persona. Esa manera abrupta, sincopada, mezcla extraña de clasicismos y popularismos, resulta inconfundible; de modo que cuando nos aporta el testimonio de unas mujeres de Gerona o de un diputado de la Lliga, averiguamos pronto que se hallan escritos con la prosa del autor de “Luis Álvarez Petreña”. Denota, por otra parte, un castellano quizá no nativo o muy mezclado con raíces extraña, pero aprendido con fuerza. También en Unamuno se notaba ese esfuerzo.

Otro de los méritos de este libro proviene de que en él se explaya una teoría del cubismo o, mejor dicho, de unas tendencias pictóricas más amplias, a través de los aforismos que se suponen insertos en un cuaderno del pintor Torres Campalans, abandonado en París, y cuyo texto reproduce Max Aub en su “biografía”. He aquí algunos de ellos: “1907. ¿Por qué la luz? ¡El objeto! El objeto existe sin luz que le valga. La luz varía; el objeto, no. La luz no es nunca (en ningún momento) igual a sí misma; detenerla es asesinarla. Los cuadros de los impresionistas están detenidos, fijos como el perro de Pompeia; piedra y ceniza. El objeto: que se puede tocar; lados, fondo, revés; cómo se esculpe. (La luz es la creación, creación permanente, querer detenerla es sacrilegio. Contentémonos con lo creado, recreándolo a nuestra medida”. “Dejarse llevar, pintar con lo de adentro, a ojos cerrados”. “Ir contra el momento preciso, ir en contra ‘de ahora’ para dar a las cosas un estar perdurable”. “Un pintor podía ser idiota. Ya no. De pronto, para serlo, hay que tener imaginación. (¿Hasta cuándo?)”. “Quieren detener el mundo, y el mundo se los tragó con sus mentiras. Pero están ahí, con la que detuvieron. No pasan den ser testigos. Hay que ser acusados”. Etc.

Max Aub trae también a su libro unas conversaciones del autor con Torres Campalans, reaparecido en Méjico al cabo de los años, con las que se cierra la biografía del falso personaje. Por muchos conceptos, es ésta una de las obras más interesantes del autor de “Espejo de avaricia”, quizá de los primeros libros suyos de los que tengo memoria, editado por “Cruz y raya” hacia el año 35. Después de nuestra guerra, Max Aub ha llevado a cabo en Méjico una fecunda labor literaria, en la que su reciente “Jusep Torres Campalans” descuella por su originalidad y su atrevimiento de la mejor ley intelectual.


E. G.-L.



Eusebio García Luengo: 'El Teatro de los Quintero'



Por Eusebio G. Luengo
Nueva Cultura, nº. 5, Valencia [¿1934?

Representándose diariamente en España alguna quinteriana deposición de golondrinas, siempre es actual ocuparse de su teatro, reciente aún, asimismo, la consagración impuesta por la beocia oficial. La mejor crítica sería insertar cierta defensa de estos autores en carta al Heraldo de Madrid con ocasión del homenaje, o las reseñas de las capitales de provincias, o una exégesis de Araujo Costa. Documentos que nos sirven ahora para aquilatar el juicio, ya que hay elogios elo­cuentísimos. Cualquier crítica teatral debe tener por postulado derribar con ataques incisivos y vio­lentos esta falsa tramoya, este hueco tablado. Es menester echar sobre tal podredumbre las últimas paletadas de tierra. En nuestro panorama escénico, índice de cerrazón e insensibilidad, nutrido de mitos y ranciedades estúpidas, el teatro quinteriano compendia todas las triquiñuelas, toda la zo­penquería, toda la subalterna habilidad de artesanía del teatro dialectal y del teatro burgués – em­pleamos la palabra sólo en su acepción de torpeza e irresponsabilidad estéticas y éticas -. La men­talidad monárquica que continúa en nuestro teatro tiene en los Quintero sus más solapadas y almi­baradas expresiones.


La más expresiva definición que he hallado: los Quintero son unos peluqueritos del teatro. Son al teatro lo que un modisto a la escultura o a la pintura. Duchos en figurines y rizos, componen patrones para señorita – dando a este vocablo todo el mimo, el dengue y la distinción con que se re­pite en nuestra sociedad y en nuestra escena -: líneas sencillas, pulcras, claras. Las que sirven para figurines, pero no para expresar el alma humana, que está hecha de tinieblas más que de claridades. Cuando el genio ha querido profundizar, utiliza el claroscuro y la deformación. Angustia, ignoran­cia, debilidad, locura, lo que hay en el fondo de nuestra conciencia...


¡Qué amañado y recompuestito se aprecia el arte de los Quintero! Como no nos mueve la intención de comentar globalmente el habilidoso taller de la carpintería quinteriana y como todos sus altarcitos con vistosas flores de papel son poco más o menos iguales, aprovechamos una come­dia, “La pícara vida”, que tenemos a mano, por si el lector más ampliamente documentado quiere generalizar, ya que en el arte si que hay motivos para llamar mataperros al que mató un a vez un pe­rro y para condenar a perpetuo ostracismo literario al delincuente que perpetua tamañas fechorías estéticas.


Aunque sería lo mismo si ejemplarizáramos en cualquier otra comedia la peculiaridad de este teatro. La última, “Martes, 13”, no desvía en un solo matiz el tono del conjunto. La misma ino­cencia, o sea tontería, mantenida con algún truquito rancio como el de súbitas apariciones de perso­najes absurdos, como cantar un criado lo que canta la señorita, etc. Ahora bien, algún mérito hemos de reconocer a este teatro. Lo malo tiene sus grados y condiciones. Todo se explica con la teoría de la genialidad al revés. Existen elementos artísticos buenos y malos. El conjunto de los malos, bien administrados, logran una obra de arte del mismo resultado que los buenos. Ello se enlaza a lo de que los extremos se toca....


Como dicen los tratadistas, un ejemplo aclara la cuestión. “La Papirusa” o “Sor Angélica” no son cualesquiera obras en el teatro y en el cinema. Son peores que todas. Pero su éxito se explica por la clase de su maldad. Por la distribución de lo malo. Por la avisada técnica con que manejan lo más nauseabundo. Tanto la película como la comedia encierran en sí cuanto de sentimentalón, de con­vencional, de falso, de folletinesco, de estúpido... puede imaginarse. El intríngulis radica en la pro­porción. ¿Existen terribles escenas entre madres e hijos; criados que se enriquecen y tiene que pro­teger a sus antiguos señores, y, además casar su hija única con el hijo de los aristócratas arruinados, con lo cual se aprovecha la comicidad del nuevo rico ante las costumbres de los ricos viejos y se pinta un tipo envidioso de los privilegiados de la sangre? ... Pues se emplea. Mas las hijas pueden tenerse como Dios manda. Esto, no obstante, sería muy aburrido para las mismas gentes que creen atenerse a lo que manda Dios. ¿Por qué vamos a presentar una hija de legítimo matrimonio cuando hay aventureras que paren y con apariencia de no tener corazón, luego resulta que si, que son ma­dres enternecedoras?... Como se ve, puede irse explicando el secreto de una obra mala. Tiene su fórmula. Para escribirla, contra lo que se cree, se precisa tanto talento como para la buena, sino que di­ferente.


Todavía se conmueven los pastores con el cuento de la buena ama de Gabriel y Galán, y lo que es peor, hipan las criadas aldeanas oyendo al tipo de vieja servidora que se sacrifica por sus amos, en una comedia donde se repiten esas estupideces de: “Tú, que tantos años has comido el pan de mi casa.” En estos días, Suárez de Deza, comediógrafo muy apañadito y cuco, en un desaforado fo­lleto que titula “La millona”, hace decir a sus personajes toco género de imbecilidades sobre la honra, cifrando la de la mujer en que no la acaricien antes del matrimonio... etc. Y Benavente, signo de lo que es la caducidad moral e intelectual babeante y temblona, elogia en una conferencia a la aristocracia española, “la más demócrata del mundo”. A mucha gente candorosa engaña esta espectacular y externa democracia, consistente en dar cigarrillos y palmadas a los humildes, pero nada más.


Refiriéndonos a los Quinteros, repetimos que lo primero fuera presentar cualquier otra comedia, por ejemplo, “Pipiola”, donde se demuestra que los ricos se casan con las pobres, o aquella donde el amor es imposible porque la protagonista había holgado, por imposiciones profesionales, con diversos varones. Volviendo a la “Pícara vida”, ésta nos hace ser lo que somos, buenos o malos, felices o desgraciados. Pero el amor y la piedad triunfan a veces, si se es “bueno en el fondo”. Lo dice la protagonista, con otras reflexiones muy propias de tales protagonistas y de sus creadores. Filosofía caserita, doméstica, de fogón. Que por lo demás, puede referirse a cualquier otra obra. Otra filosofía: las mujeres hablan mucho, pero también saben callar. Bueno.


En ser genuinamente quinteriana tiene la comedia su peor defecto. Todo es quinteriano: la falsa sentimentalidad; la bondad y generosidad encarnadas en una burguesita letrada, dechado de seducciones, que a otros nos parece inculta, mediocre y torpe; la visión optimista, de antojadizo y empalagoso color rosa, los tipos - tipos hechos -: el librero de viejo, la portera irascible; el militar severo y culto clasicista, en realidad - realidad de los autores en contra de los autores -, un zopenco y un fantasmón ridículo; el bohemio farsante y grandilocuente... Todo artificioso y convencional.


Al principio, el sainete. Detalles, pinceladitas, ocurrencias. Al aire libre es quizá amena esta musa, tiene eso que se llama colorido. Fotografía para turista. Pintoresquismo, superficie de lo callejero. Lo auténticamente popular nunca está en el sainete. Mucho menos en éste que se complica más tarde pretenciosamente. En cuanto a Criseta y Claudio –la pareja de turno- se encuentra, ya se ve lo que ha de pasar. Criseta se empeña en redimir a Claudio, con una tozudez digna de mejor causa. Mejor dicho, la causa es inmejorable para ambos porque ella quiere llevárselo a casa. Le redime enamorándose de él. Así hacen caridad muchas mujeres. Además, el tipo del pillo, del truhán, del bergante, del vago simpático, siempre ha sido muy del gusto de las mujeres. De las mujeres quinterianas, que son hoy las más abundantes, para prosperidad de estos melifluos confiteros y ruina del arte. Ella es ángel que pasa por el mundo haciendo el bien. El bien de ella, claro. Y de su hombre.


Los Quintero son los más acres censores y terribles demoledores de la moral y la sociedad actuales. En contra de lo que se proponen... Ellos creen que la verdad les abona. Su verdad se vuelve contra ellos. El verismo de sus obras los desmienten. Así su humanidad amable es, en realidad, ferozmente egoísta, cicatera, mezquina. Presentan, v. g., una rica caritativa, bienhechora, amiga de los humildes. La manera como es todo eso, la convierte en contra de ella misma, en lo contrario, en el odioso tipo de la burguesa sentimental. La veracidad del tipo se completa con la estupidez. Si la niña tuviera algún seso –en contra del sexo- no se hubiera fijado en otro repugnante tipejo social, vanidoso y vano, que a ella y a los autores se les antoja graciosísimo, talentoso, digno de mejor suerte que la él busca en su haraganería. Están hechos el uno para el otro. Los Quintero los crían y ellos se juntan. Ambos tipos pueden ser verdaderos. Pero ¡qué verdad más repulsiva! En defenderla y no acusarla está la inmoralidad de este teatro.


Triunfa el amor en el cuarto acto, ya que no en el cuatrocientos. Cuando la comedia se pone seria, ridícula. Bien los momentos accesorios, el relleno, el movimiento escénico. Al ahondar, comienzan a cegar con tópicos sensibleros en pozo vacío de las psicologías dramáticas. Allí no hay ternura, ni amor, ni pasión, ni humanidad. Hay dos mentecatos que juegan al escondite. “Ven, yo te redimiré.” “No quiero librarme de ti.” “¿Pero no decías que me amabas, y te vas.” – “Por eso.” “Me sacrifico porque te quiero.” (Caricatura inmediata.) Parece una artimaña más del tunante, para lograr lo único en que revela su talento: casarse con la muchacha rica. Porque ésa es otra. ¿Dónde está el ingenio del bohemio literato? En el timo y en ese gracejo superficial de los Quintero, que gusta a las mujeres de los Quintero. El talento literario que ellos pueden prestar. Nadie da lo que no tiene.


Hay un concepto literario, pintoresco, de la bohemia. Ya ha pasado. Ya sólo algunos escritores falsos cantan esa falsa bohemia. Una postura, una actitud, un gesto burgués – burgués, si – en la época en que parecía bien eso de epatar al burgués. Por debajo de la roña, de la mugre y de los piojos del bohemio no había nada frecuentemente. Un disfraz, una caracterización más en los tiempos de lo teatral – peor sentido – y postizo. Esta bohemia del XIX, sucia espuma del romanticismo, de Murguer – chalina, melena, pipa, buhardilla, hambre, Mimí... – la inventan los poetas y los escritores cursis. La inventan Carrere, y los Quintero. Porque claro que existe una bohemia eterna, la del hombre desorientado, desasido en un caos social donde todos no encajamos. La vida azarosa, dramática por necesidad, por triste y fatal necesidad. La lucha angustiosa en medio del mundo canalla del dinero y la fuerza... El arte, la juventud desprotegidos, abandonados... ¡Qué saben de todo esto los Quintero!


Por ellos no pasa el tiempo. No aprenden. O aprenden que no les tiene cuenta salirse de su lección. Indigna su optimismo cuando a todos nos ahogan los conflictos siderales y hay tanta sangre y tanta hambre clamorosas... Este teatro se compenetra con su público sin espíritu, sin pensamiento, que es lo que al hombre le concede la categoría de humano: la solidaridad con lo humano. Es inmoral, por el daño que hace en las sensibilidades adolescentes. ¡Qué inmoral, esta moral insincera, pacata, cobarde! Lo inmoral es ensalzar morales falsas y monstruosas...
Los Quintero dirigen unas pullas al arte de última hora. Es recíproco el desprecio entre ambos extremos. Pero hay un medio – el arte sincero y hondo – más cerca de la deshumanización vanguardista que de la pretendida humanidad y verdad retaguardista de los Quintero, reaccionarios y cavernícolas del teatro...

Eusebio G. Luengo

Eusebio García Luengo: 'Pen-Club'

por Eusebio García Luengo

Valencia, Nueva Cultura, nº 9

Eso de la convivencia de los escritores es una pamema. Sobre todo, si no se especifica para qué y quiénes y cómo. Todo importa sobremanera. Que los escritores se emborrachen periódica y conjuntamente nos trae sin cuidado, por muy comedidamente que lo hagan y aunque en ello pongan el gusto más cosmopo­lita.



Que la comunidad de escritores puede ser fecunda es obvio. Lo mismo que cualquier otra. Más nos explicaríamos, sin embargo, que los albañiles se reunieran mensualmente a llenar su andorga. Y que lo hicie­ran los escritores que no comen a diario. Pero los que son, esencialmente, escritores machorros, baldíos, ca­pados, por mucho que se junten y se rejunten no lograrán más que estilizar la reverencia, el dengue y el dis­creteo amadamado y de salón.

Creo que lo que precisan los escritores, más que restregarse entre sí, es carearlos de la pitanza, para que se la busquen, para que busquen la vida, a la cual el portero -¡oh, por Dios!, nada de ordinarieces!- no deja pasar al banquete.

La literatura alquitarada y destilada, de fraque, ante el té, sin descomponerse por el tumulto de la calle, que no trasciende con tanta alfombra y tanto corcho en las paredes, puede reunirse en salones donde previamente se ha hecho el vacío. Puede hablarse del devenir histórico sin sentir en herida y fulminante reve­lación qué es la historia ni quienes la hacen; del espíritu de la tragedia, de la que sus vidas y temperamentos están sideralmente lejanos; del problema social, sin percibir el estremecido y despeñado runrún humano, ni la solidaridad de troncos e insectos, la solidaridad de los hombres en el trabajo, la más líricamente hermosa re­velación de todos los tiempos...

Hay un instinto, por el que un hombre ante otro mide la radical y sustantiva comunión humana entre ambos. Una adivinanza de niño que aprecia la firmeza del prójimo, del compañero. Se intuye frente al hom­bre, qué resquicio ofrece para la colaboración fundamental. Lo menos que hoy puede exigirse es una primaria disposición para la obra de recreación del hombre. Lo que nos hace sentirnos en el mismo planeta. Estos es­critores dan impresión fría y lejana. Quedan fuera de lo que, como humano, puede hoy aceptarse. El mismo hecho de reunirse como lo hacen declara su ruptura con toda colaboración. Es decir, se obtiene la paradoja de que, queriendo colaborar, se incapacitan para hacerlo en el plano en que hoy es posible. Porque el escritor no tiene tanto que colaborar con el otro escritor como con todos los demás que no lo son. Y su obra será tanto más fecunda cuantos más directamente se nutra en la tierra y el hombre.

Los grupos cerrados de escritores son monstruosos y antinaturales. Se devoran a si mismos. Acaban operando sobre la nada. Creen que la máxima amplitud consiste en que el cubierto cueste 15 pesetas en vez de 25. ¡Cuánto mejor sería, en todo caso, beberse un diez en cualquier tasca!

La gente de este Pen-Club, ambigua, neutra, hermafrodita literario, dice a las claras tu tono y fin, desplazado de cualquier preocupación viva. El tema arrastra a muchedumbre de ellos, que ni siquiera a modo de epígrafes precisa especificar, porque en su torno se ha proyectado ya suficiente claridad; misión del escri­tor, su función social, clases de escritores, destino y papel del intelectual... Esta gente está en la luna, en el mejor de los casos.
Apuntemos sólo esto: A tales escritores les ha llegado la literatura por modo apagado, teórico. Son escritos reflejos y no por riñones. No la han mamado en sus verdaderas fuentes. Igual que al niño en mal ré­gimen escolar, se le enseña el libro y no la cosa, el mapa y no el río o la montaña de verdad.

Y esto otro: Son defraudadores y malversadores de la literatura, tan delincuentes que estos políticos ladrones del caudal público. El bien común de arte y belleza pretenden acapararlo. Son especuladores más peligrosos que los de las finanzas, son burócratas, son boticarios, son panaderos que quitan peso y lecheros que aguan la leche. Todo menos escritores. Debiera desterrárseles a una isla –o a un limbo- de querubines y políticos malversadores y trapisondistas. Porque, aunque parezcan contrarios, sólo una política de latrocinio y ladronicio puede convivir con estos escritores desdeñosos, neutros. Esta pureza es la que permite y se aprove­cha de aquella canalla.



EUSEBIO GARCIA LUENGO

Eusebio García Luengo: 'Conato y fracaso de un esperpento'


Por Eusebio García Luego
Nueva Cultura, nº 11. Valencia.

EL GENERAL GORDETE: (Pasea por la estancia y atusa los bigotes como cumple a un general que se estime) -- Las hordas impías avanzan. Carajo, no va haber más remedio que ponerlos sobre la mesa. Todo sea por Dios y por El, que, al abrazarme me dijo: “Gordete, ya sé tú harás lo tuyo. Espero y entretanto, paciencia y mala leche. Es el lema de mi reinado”. ¡Gurriato! (Se presenta el ordenanza, guerrera corta y gorro ladeado)

ORDENANZA: (Con resorte mecánico y achulado) Mi general.

EL GENERAL GORDETE: Pienso sublevarme. Tú que conoces la tropa, ¿qué opinas?

ORDENANZA: Mi general, moriremos por Usía. Respective a la tropa, son unos mandrias y mastuerzos. Me amaga que incluso haya republicanos y acráticos. Se les tienta las costillas y en paz cristi.

EL GENERAL GORDETE: Tú eres leal, Gurriato. No en balde te has educado, sin contaminarte, en los Huérfanos del Cuerpo. Conocí a tu madre y siempre te he estimado. Pero esos pendejos... La Patria me requiere. Llama al capitán Sandio.

CAPITAN: (Pinturero, ruido y vuelo, prosopopéyico) Llega con sofoco) Es la hora mi general. El triunfo de las izquierdas equivale a la desmembración de la Patria y el vituperio del Ejército. ¿Hemos de consentirlo?

EL GENERAL GORDETE: De ningún modo, capitán. Salvaremos a España. Pero los tiempos han cambiado. Son ominosos como aquellos de los que habla la Historia. Mi glorioso padre se sublevó 57 veces en 3 años. Al vérsele llegar al cuartel ya se sabía que peligraba la Nación. Yo sufro la vergüenza de no haber podido sacrificarme aún y salvarla. Siempre se me adelantan. Pero ahora no se pudre mi arenga, la de la Patria sojuzgada. Otras alocuciones heredé de glorioso padre. Las ensayaré. ¡Soldados: el honor de la madre Patria sojuzgada... ¡

CAPITAN: ¡Bravo, mi general! Con ese tono la victoria es segura.

EL GENERAL GORDETE: ¿Y qué hacemos después? ¿Tú crees que el pueblo...?

CAPITAN: No hay pueblo. Es una invención de los dinamiteros. Se descacharran en cuanto oyen un charrasco y una corneta. Con su pito y unos desfiles bien administrados...

EL GENERAL GORDETE: ¿Y eso que llaman economía?

CAPITAN: Acuñaremos mas monedas. Es muy fácil.

EL GENERAL GORDETE: ¿Y los obreros? En tiempo de mi glorioso padre no los había, ni falta que hacían. ¿De dónde habrán salido los malditos? ¿Con quién cuentan?

CAPITAN: En mi compañía hay un cabo adicto. Me consta, porque tengo con él cambalache de cocina y además estuvimos el otro día de...


EL GENERAL GORDETE: Malos pasos te andas, capitán. ¿Y qué tales prójimas?

CAPITAN: Había una pechugona como a Usía le apetecen.

EL GRAN PREBOSTE DE ORDINIS RAPIÑARUM: Anda y que te zurzan. Piensa el ladrón que todo el mundo es de su condición. Señores, salud y pesetas. Viva la euforia. Viva la pepa y olé. Me voy a “dir” a Venezuela; queda aquello vacante. Tengo bigotes y soy farruco. (El gran preboste se precia con toses de guapo. La vieja carojo se santigua y lanza arreniegos. Riñones y sacristía. El esperpento)
--Estos son mis poderes.
Te van a dar pocos. Pero no hay que alborotar. No vale la pena. Todo es grotesco. Sigue el esperpento. Qué algarabía. Los santos se remangan, las señoras se han soltado el moño y los matones apoyan con las pistolas el reparto de invitaciones para el mitin fascista. Sólo el pueblo guarda compostura.
--Votad a España. Un ejercito fuerte. Verdaderas gollerías. No hay quien dé más. Os daré una España grande.

EL PUEBLO, MUY FINOLIS, SIN ADEMANES.- No, gracias. Me la daré yo solo. No le conocemos a usted. Mejor dicho, le conocemos aunque venga disfrazao. Ni se pregunta. Votaremos por el jefazo. Ya lo creo que botaremos. Se dará el bote. ¿Íbamos a renunciar a una España grande y a hotel propio?...

EL GENERAL GORDETE: (Hipa sobre el bigote lacio) Estamos solos, capitán. Nadie nos hace caso. Los soldados irían a denunciarnos a sus malditas sociedades obreras y se reirían cuando les hablara de la patria sojuzgada.


CAPITAN: Mientras no me revolucionen la cocina...

EL GENERAL GORDETE: Vamos a ver a tu suripanda. Solo a esa le gustan ya las espuelas. ¡Qué degeneración de país!




Eusebio García Luengo: 'Símbolo y exaltación históricos del comisario'


por Eusebio García Luengo

Valencia, Nueva Cultura, nº 3 - IIº año

Si buscáramos un tipo representativo, el arquetipo humano de esta época, no sería otro que el comi­sario. Ni el político, ni el soldado. Pues el comisario participa de ambos, en un tiempo en que todos los hombres políticos o guerreros.

O, mejor dicho, ambas cosas a la vez, pues ya sabemos que no hay más que soldados políticos, ni existe político que no sea militante, que es casi decir ya miliciano...

Por todo ello, el comisario sintetiza cuantas actitudes y aptitudes humanas se cifran en el hombre. Síntesis de humanidad de nuestro tiempo.

La nueva significación de la política él la representa asimismo. En vez de la política secretera y esté­ril, o de la chabacana; o de la sacristanesca y aviesa, él viene a decirnos, a decir al combatiente que hay una clara política de la verdad humana, inherente a cada hombre por el hecho de ser tal, asequible a todos, im­pulso de las más sencillas acciones, motor del progreso humano.

Y el sentido de la guerra civil él lo expresa también. A diferencia de las guerras imperialistas o de rapiña, el soldado necesita saber que su misma vida y su porvenir, su causa entera, se compromete en la lu­cha. Que combate por él mismo.

El comisario político se lo dice, porque es la vinculación al ideal y al hondo motivo humano, social, histórico de la lucha. Las guerras imperialistas dejan siempre amargura y odio. La incomprensión angustiosa es la tónica general. Veámoslo en la literatura de la Gran Guerra, lo mismo de vencedores que de vencidos: En las guerras de liberación nacional, al contrario: ahí está optimista y vitalísima producción soviética de la guerra civil. Es porque hay guerras en las que el hombre halla su causa total y se identifica con ella. Tal iden­tificación la representa el comisario.

La honda unidad entre Estado, Nación, Gobierno y hombre la ha de revelar el comisario. En este enlace de los poderes rectores a la masa, el comisario precisa sentirse tan solidario de la masa como del po­der constituido.

Y ha de centrar en él, en magnífico equilibrio, el instinto y la espontaneidad y la iniciativa creadora populares, con la madurez, la reflexión y la serenidad de una grave conciencia cultivada...

En la fusión nacional y humana que por vez primera acaso en la Historia de España se realiza con esta guerra, el comisario tiene la misión de aglutinante. Para llevarlo a cabo, toda cualidad es útil: valor, cul­tura, conciencia, responsabilidad. Abarcará todas las disciplinas -y la disciplina, en primer lugar- y tendrá el más radiante concepto del momento histórico.

Si el ingeniero, por ejemplo, en un momento de la Historia -aquel del ascenso de la técnica, que ahora pasa a manos del pueblo- es el arquetipo social, hoy lo es, bien legítimamente el comisario.

El enemigo no necesita comisarios. Para él el soldado es un instrumento mecánico al servicio de sus fines explotadores. Para nosotros él el hombre en la más completa acepción dotado con cuanto la Historia va enriqueciéndole Y como cúspide de este tipo humano, el comisario.

Si aspiramos a que el hombre se realice plenamente, tal como lo andan buscando los intelectuales atentos a los problemas de nuestro tiempo, el comisario lo realiza en esta hora. Porque ha de estar versado principalmente en humanidad y nuevas humanidades, las que ahora se van creando.

Es fusión, crisol, síntesis.

E. GARCIA LUENGO




Eusebio García Luengo: 'Septiembre'


ABC Anuario / Almanaque
1º de enero de 1956


No conozco sino un Septiembre al que pudiera llamar biográfico, tanto sensorial como es­piritualmente; todo es uno. Hay que tener tiempo dentro, interior, personal, para que el tiempo de fuera se convierta en algo dentro, decisivo e íntimo también. El niño y el joven vencen a las esta­ciones, se proyectan en ellas como seres fuertes y distintos o, mejor dicho, se sumen en ellas, natu­ralmente, y, en consonancia, no se dan cuenta de su transcurso. Tampoco son conscientes (de)* los otros elementos naturales. Se precisa desprendimiento y distancia para advertir ciertas cosas.

El hombre maduro se somete al cambio de los meses, se deja penetrar por ellos. Habla del tiempo en todas las acepciones, cuenta con él, forma parte de su persona, le constituye. Posee más sentido, por ejemplo, hablar de cincuenta septiembres que de quince abriles para dar idea de la edad. En distintas significaciones, el hombre barrunta el tiempo. De muchacho era, precisamente en septiembre, cuando oía, más a menudo, sin comprenderlo: "Siento la mutación." Aquello (que)* es tierra en nosotros, como nos recuerda el poeta -alma de tierra añadiría-, en Septiembre se hace más tembloroso y sediento. Me he pasado en Madrid algunos de esos días, casi resquebrajado por la seca atmósfera, mirando (el cielo)* con ansia, olfateando sus nubarrones.

En los días de Septiembre añoro más mi pueblo extremeño, sus campos de la mañana y del atardecer, los ecos lejanos que rebotan de cerro en cerro, el airecillo, un poquito más fresco en los olivares, el olor del rebaño, los yerbajos resecos huelen dulce y acremente... Los labradores vuelven en lentas caballerías, cargadas con serones y aperos. "El sol está acalenturao", me decía una tarde uno de aquellos. La luz de la luna, a ras del horizonte, alargaba fantásticamente la sombra de los carrascos. "Lloviendo y haciendo sol, el tiempo del buen pastor", canturreábamos los chicos. El Septiembre la aceituna apunta, lejos todavía de granar. La bellota tampoco ha granado; su dul­zor cuaja hacia noviembre. En cambio, la mies está ya recogida y en el granero. La uva se vendimia durante estos días. Las ovejas se esquilaron al principio del verano. En este mes de Septiembre los labriegos descansan, si puede hablarse así. Lo aprovechan para casarse; las bodas se suceden y, en­tre medio, algún entierro. En mi tierra, Septiembre hace la vida y la muerte más próximas y apreta­das.

Alguna borrasca nos anticipa el otoño. Cuando se oye en la calle de la ciudad, ante las primeras lluvias: "Esto es bueno para el campo", suelo responder: "Y para nosotros también, para nuestras almas". Se siente entonces, más que nunca, el vaho que sube de la tierra mojada y su terri­ble voluptuosidad. Estos meses de transición son difíciles y están llenos de asechanzas. Nos entur­bian el ánimo con una melancolía parecida a la de la caída de la tarde. Septiembre acelera y espesa la angustia vespertina y, hallándose al otro extremo y teniendo en medio el verano, nos trae algo semejante a la astenia primaveral.

Como los días se acortan, siempre nos sorprende esa brevedad que parece repentina, y la luz comienza a sabernos a poco, tan cerca, sin embargo, los soles que todavía nos ciegan. A finales, estamos más indecisos que nunca, con una especie de inestabilidad y desorientación definitivas, no sabiendo qué camino tomar y haciéndonos las preguntas más trascendentales. Los primeros escalo­fríos nos sumen en reflexiones, pues un cielo tormentoso tiene, a veces, más poder que muchas pá­ginas de filosofía. Las mudanzas naturales gravitan sobre nuestra alma y preñan nuestra experien­cia.

Echo de menos en mi memoria el refranero de este mes, rico como el de cualquier otro, y me pesa guardarlo tan al trasfondo, aunque, desde luego, más a flor que las enseñanzas de la sabi­duría clásica que malaprendí de estudiante. Pero ignoro asimismo lo relativo a la paremiología, si bien sus dichos me rondan el oído y me afloran, espontánea y rápidamente, a la menor sugestión, de la misma manera que algunos viejos rompen a hablar en sus últimos años el habla de la niñez, que durante casi toda su vida tuvieron dormida e incluso olvidada.

Sí, por qué negarlo, he hecho mi desganada consulta a la antigüedad y me asomé distraí­damente a los signos del Zodíaco. Virgo y Balanza se reparten este mes y, en la correspondencia mitológica, Astrea, hija de Zeus y Themis, hermana del Pudor, trajo a los hombres sentimientos de justicia y de equidad, en la Edad de Oro, y marchó al Olimpo cuando aquellos se convirtieron en criminales. Pero me quedo con mi Septiembre personalísimo que he tratado y que me ha herido durante bastantes años. Ya, ¡(hace)* bastantes setiembres!.

E. G. L.

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* las palabras que aparecen entre paréntesis señaladas con el asterisco, nos las suponemos nosotros pues no se aprecian bien en la fotocopia.

martes, 30 de enero de 2007

J. Mª. Muñoz Quirós: Nacer a la rosa

I)
Está llamando la rosa
a tus ojos sorprendidos,
desnudos como pupilas
de pétalos fugitivos.
Abrió su cuerpo desnudo
y era caudal de ese río
que me lleva a tu mirada
y se pierde en el camino.
Abrió sus pétalos dulces
como el silencio dormido
y estaba azul la mañana.
Era de rosa el abismo
de las horas en tus brazos.
Pregunté por el destino
de los sueños y las cosas
y nadie me ha respondido.
Pregunté cómo se nace
a ese existir, y no olvido
la respuesta que recibe
mi corazón. No he sabido
volver a mirar la rosa
prendida en lo no prendido:
se construyó con los labios
que te nombra y no digo.

II)
Pero he nacido a la rosa:
me perfumó la mañana
con sus sábanas de sueño,
me construyó con la aurora
y fue dibujando un viento
que deshojar, y deshoja
sus pupilas de estrellada
paloma de luz y sombra.
Pero he nacido a sus ojos
cuando abrazan sus corolas,
y el corazón fue distante
como lo ha sido su roja
pasión de labios que abrazan,
como lo ha sido la alondra
final del mundo en sus brazos,
sombra de luz en sus formas.
Quise morirme en la tarde
cuando supe que esa hora
era del clamor del viento
en sus pétalos que lloran.
Poco a poco fui muriendo
como quien deja y quien toma
sin saber bien que en su gesto
se van callando las cosas.
(Me perfumó la mañana
porque he salido a la rosa)
En mi mano sólo había
de su memoria la sombra.)

José María Muñoz Quirós

(ESTE ROMANCE DE JOSÉ Mª MUÑOZ QUIRÓS SALE EN LA PGINA 30 DEL Nº 3 DE LA REVISTA 'Caminar Conociendo')