miércoles, 31 de enero de 2007

Eusebio García Luengo: 'Jusep Torres Campalans'


JUSEP TORRES CAMPALANS

Max Aub. Tezontle. México, 1958

Por Eusebio García Luengo. Madrid: Índice, nº. 120, diciembre de 1958.

(Sagaz comentario sobre la obra de Max Aub, pues sin ser crítico de arte, Eusebio, descubrió, que, detrás de este título, no había una biografía de un personaje, sino otra novela del autor. Luego, el gran escritor español, exiliado en México, dio a conocer a su Torres Campalans como un apócrifo)


Es la primera vez que leo un libro donde se aborde una modalidad semejante: la de una biografía inventada o novela que toma la forma biográfica, con sus citas documentales, sus referencia cronológicas, sus personajes reales que acompañan y entre los que vive el protagonista, diálogos con personas que existen o existieron... Experiencia curiosa y desconcertante. Tanto y hasta tal extremo lleva el autor su ficción biográfica, que nos da, entre otros muchos testimonios, los retratos de los padres del pintor Torres Campalans, y reproduce sus cuadros. Y aquí topamos con otra máxima dificultad, que ha debido de vencer el autor: como se trata de un pintor apócrifo, los cuadros los tuvo que pintar el propio Max Aub. Y no ahorra tampoco fechas, explicaciones de tema y estilo artísticos, ni sobre las circunstancias concretas en que fueron pintados. Igualmente nos da detalles de lugar, de testimonios sobre el pintor por seres históricos como Max Jacob, Casas, Apollinaire, Cocteau, Malraux, y también los del pintor sobre alguno de esos personajes. Llega un momento en que la acumulación de datos verdaderos son tantos y de tal calidad al lado de los inventados, que se duda. ¿Habrá existido este Torres Campalans, catalán de origen campesino, que se fue a París de joven, que conoce y habla con Picasso, Gris, Derain; que se expresa con desgarro, anarquista y católico; que expone sus conceptuosas teorías sobre lo que se proponen hacer en arte en aquel principio de siglo; que critica a unos y a otros; que marcha a Méjico en el 14; que ha dejado un cuaderno de aforismos...?


En su difícil e ingeniosa superchería, el autor llega a publicar un catálogo de la presunta pintura de Torres Campalans, atribuido a un crítico inglés, del cual a su vez da pelos y señales. Naturalmente, el pastiche, en general, es tanto más valioso cuanto más logra poner en duda que lo sea. Max Aub vuelve con su texto y su pintura a plantear un viejo problema: el de si la obra de arte tiene valor en sí misma, independientemente de su originalidad personal. En otras palabras: en el caso de que una imitación llegue a ser confundida con el original, ¿qué valor puede atribuirse a aquella? Ocurrió no hace mucho con Chirico.

Pues las pinturas que Max Aub reproduce de la época cubista pueden ser auténticas en sí mismas, aunque no sean de Torres Campalans ni haya existido éste. Aquí radica uno de los méritos fundamentales del libro: en el enorme conocimiento que revela de una época de la pintura y del arte contemporáneos en general. Max Aub ha asimilado profundamente corrientes y escuelas y trae a su libro un trasunto de ellas que nos parece fidelísimo. Esos años, hasta la guerra del 14, que vivieron algunos pintores españoles en París, están reflejados con gran animación y fuerza.

Si reparamos en el estilo de Max Aub, advertimos en seguida que Torres Campalans y él son la misma persona. Esa manera abrupta, sincopada, mezcla extraña de clasicismos y popularismos, resulta inconfundible; de modo que cuando nos aporta el testimonio de unas mujeres de Gerona o de un diputado de la Lliga, averiguamos pronto que se hallan escritos con la prosa del autor de “Luis Álvarez Petreña”. Denota, por otra parte, un castellano quizá no nativo o muy mezclado con raíces extraña, pero aprendido con fuerza. También en Unamuno se notaba ese esfuerzo.

Otro de los méritos de este libro proviene de que en él se explaya una teoría del cubismo o, mejor dicho, de unas tendencias pictóricas más amplias, a través de los aforismos que se suponen insertos en un cuaderno del pintor Torres Campalans, abandonado en París, y cuyo texto reproduce Max Aub en su “biografía”. He aquí algunos de ellos: “1907. ¿Por qué la luz? ¡El objeto! El objeto existe sin luz que le valga. La luz varía; el objeto, no. La luz no es nunca (en ningún momento) igual a sí misma; detenerla es asesinarla. Los cuadros de los impresionistas están detenidos, fijos como el perro de Pompeia; piedra y ceniza. El objeto: que se puede tocar; lados, fondo, revés; cómo se esculpe. (La luz es la creación, creación permanente, querer detenerla es sacrilegio. Contentémonos con lo creado, recreándolo a nuestra medida”. “Dejarse llevar, pintar con lo de adentro, a ojos cerrados”. “Ir contra el momento preciso, ir en contra ‘de ahora’ para dar a las cosas un estar perdurable”. “Un pintor podía ser idiota. Ya no. De pronto, para serlo, hay que tener imaginación. (¿Hasta cuándo?)”. “Quieren detener el mundo, y el mundo se los tragó con sus mentiras. Pero están ahí, con la que detuvieron. No pasan den ser testigos. Hay que ser acusados”. Etc.

Max Aub trae también a su libro unas conversaciones del autor con Torres Campalans, reaparecido en Méjico al cabo de los años, con las que se cierra la biografía del falso personaje. Por muchos conceptos, es ésta una de las obras más interesantes del autor de “Espejo de avaricia”, quizá de los primeros libros suyos de los que tengo memoria, editado por “Cruz y raya” hacia el año 35. Después de nuestra guerra, Max Aub ha llevado a cabo en Méjico una fecunda labor literaria, en la que su reciente “Jusep Torres Campalans” descuella por su originalidad y su atrevimiento de la mejor ley intelectual.


E. G.-L.



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