
Desde las horas de mi infancia,
yo nunca fui como los otros;
no vi jamás como otros vieron,
no adoré ni odié como todos.
En la fuente común, yo nunca
bebí mis penas ni mis gozos;
y cuanto amé lo amé yo solo.
Pues ya en mi infancia -en esa aurora
de mi destino tormentoso-
de cada ser: -de cada abismo
que el Bien y el Mal lleva en su fondo
surgió ante mi- surge el Misterio,
que embruja el alma silencioso:
surgió del torrente o la fuente,
del quieto monte y mar sonoro
del lento sol que esclarecía
los aureos tintes del otoño
del relámpago que incendiaba
sobre mi frente cielos lóbregos
del trueno bronco y al tormenta
o de la nube que allá en lo hondo
de un claro cielo, perfilaba
quizá un demonio ante mis ojos.
Edgar Allan Poe
(Trad. Carlos Obligado)