miércoles, 3 de junio de 2009

De magreos, meneos y toqueteos; de la jodienda que no tiene enmienda -6- (*)


6ª: Yovanna Carvajal. 1981

a) Descripción:

Ah, Yovanna, núbil canéfora de mimbre joven, pálida niña celeste, ¿dónde aquellas piernas de junco y de canela? ¿dónde tus ojos de agua? Ah, Yovanna... Excuse, monseñor, la memoria de esta dulce chiquilla, Yovanna Carvajal, que andará ya por la treintena y fue una de esas catecúmenas donde la maravilla de la Creación resplandece, y la belleza divina se hace carne afrutada y piel de seda antigua. Ah, Yovanna... Usted, monseñor, sabrá comprenderme.

Yovanna llegó a mi una mañana de enero, de la mano hacendosa de su madre doña Claudia, asistenta mía que fue durante largos años que aún hoy es el día en que me cruza por alguna callejuela y se me inclina pudorosa, y besa mi mano con unción. Viuda y maltratada por la vida, doña Claudia había descuidado un tanto la educación moral de su hija, de tal modo que la niña llegó a sus 15 castos abriles sin haber aun comulgado por vez primera. Aquel año, Yovanna destacaba su cabeza dorada entre el grupo de querubines de la catequesis, y asistía a mis charlas con un silencio claro de ninfa ausente.

Esos días se quedaba un rato más ayudando a su madre a adencentar un poco las dependencias de la parroquia, y entonces su imagen adquiría un halo sensual de mística belleza bajo la luz que refulgía entre las motas de polvo. Poco duró aquella estática contemplación de la bondad celestial, pues que la niña empezó a amanecer en sus instintos, y andábase timando aquí y allá con los mozos de la barriada a cualquier hora.

Fue entonces cuando lo del viaje a Londres. Créame, monseñor, que nunca medró la insidia más lozana ni la cizaña de marujas y beatas fue tan hostil; bien cierto es que la ignominia se ceba en los cándidos.

Desde aquellos días no he vuelto a verla, si no es en fotografías perdidas en revistillas de baja estofa. Me dijeron que regresó de Inglaterra con la melena violeta y ciertos peregrinos rudimentos de lo que antaño se llamó diseño; arte, al parecer de convertir lo cotidiano en incómodo.

A través de Claudia, supe sus fatigas como figurante en algunas películas de un reputado cineasta manchego -cintas de pésimo gusto y humor soez- así como de su reciente matrimonio con el director de un peródico, de tirada nacional. Su pasión, dice su madre, es la moda. Ah Yovanna. Miro a veces sus fotos y me detengo en su mirada buscando los arroyos de la infancia. Pero ya no está la chiquilla menuda y callada que ayudaba a su madre en el aseo del altar y le pasaba el plumero a las santas imágenes subida a una escalera...
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b)

1. árbol o hierba

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Todo ocurrió en un momento, padre,
yo apenas pude enterarme.

&

Me sostuvo la escalera.
'Te ayudo a subir', decía.
Su voz se le destemplaba,
sus manos me recorrían.

&

Todo ocurrió en un momento, padre,
yo apenas pude enterarme.

&

El Sol estaba en los árboles,
yo era la hierba tendida.
Yo viví un gran sobresalto,
él la más dulce agonía.

&

Todo ocurrió en un momento, padre,
yo apenas pude enterarme.

&

Pero el pecador fue él,
para mí quedó el desaire,
y una comezón me irrita
que no sé si hiela o arde.

&

Todo ocurrió en un momento, padre,
yo apenas pude enterarme.
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2. Las dos miradas

"
Una luz no prevista, una forma no pensada.
Lo vi desde la ventana.
Un pestillo, una puerta, un balcón hacia la calle...
Vi que era él y no era.
Los ojos miran igual, pero nada sabe lo mismo.
Lo vi desde la ventana.
Hay un imán en la carne que se mueve y que restalla.
Vi que era él y no era.
Que me busca, que me incluye, que me sabe y no me sabe.
Lo vi desde la ventana.
Hay un resorte en la sangre que ya no será imprevisto.
Vi que era él y no era.
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3. Bocarriba
=

En la boca tuve escrito
cuanto mi dedo escribía.
La oscura habitación
era dura carne viva.
Acerqué mi mano al vientre,
la yema junto a mi herida.
Mis ojos cerrados vieron
lo que abiertos no podían.
Mis labios se endurecieron,
mis dientes se derretían.
La saliva vivió un brillo
que mi dedo ya sabía.

=

(continuará

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