viernes, 2 de febrero de 2007

ISABEL ESCUDERO: La autoría de la poesía popular


LA AUTORIA DE LA POESÍA POPULAR

Por Isabel Escudero

La autora estima que el enfrentamiento en torno al origen de la poesía popular, entre neorrománticos por una parte, que lo consideran ‘colectivo’ (Herder, Grimn) y los antirrománticos por otra, que lo consideran ‘individual’ (Milá y Fontanals, Croce…), es falso. Incluso se resiste a separarlos entre tradicionales y populares como Menéndez Pidal.
Por falta de espacio hemos suprimido la introducción donde desarrolla lo anterior al tiempo que nos remite al prólogo que, Agustín García Calvo, hace en ‘Ramo de Romances y Baladas’.

Nacida en el tiempo

Es el telar del tiempo el que va tejiendo y destejiendo el tapiz de la poesía popular en el polvo de los días, siendo irrelevante de que mano nació el primer rasgo, de qué boca salió la primera queja. Si del pueblo asustado de sí mismo ante un crimen monstruoso o del tejido de un amante abandonado en una noche sin fin, o del amoroso desvelo de una madre para tranquilizar al infante en la cuna o de la utilidad laboral del acompañar con los cantos los esfuerzos de los segadores, o del grito del minero en la oscuridad de la tierra, eso si brotó desde abajo. O desde los buenos oficios, desde la habilidad de un poeta de pueblo, sabio en imitaciones, al que se encarga glosar las fiestas locales o las bodas de un vecino. O desde arriba desde la Literatura, desde la escritura propiamente dicha, en regalo de algún poeta erudito (caso por ejemplo de J. R. Jiménez) que desde el alto reconocimiento de las Academias y la Cultura estatal, se cura de su mala conciencia haciendo, unos cuantos guiños de corte popular en agradecimiento a la raíz de todas sus glorias: el lenguaje popular. Venga de donde venga el acuerdo primero, el acierto no es ese instante sino el lento vagar por la memoria y las bocas de las gentes en usos y olvido; ahí es donde se recrea –ese es el modo de crearse de la poesía popular. Porque en tanto que en la creación de la poesía erudita –la escritura de autor personal- se pretende, salvo raras excepciones, imitar a Dios creando algo de la Nada para hacer más Mundo, más Realidad, dejando la huella del autor –su propio nombre- quizá uno de los rasgos más definidores de los aciertos poéticos populares es que actúan como un desgarrón, como un deshacer de realidad, como un descrear el Mundo desvelando su Nada. O sea que la buena poesía popular, la poca que consigue acertar (no quiere decir que todo lo popular sea inteligente), actúa creando nada de las cosas, disolviendo el Mundo ya tan hecho, tan bien fundado; la que va a dejar ver como tras un jirón el caos, o ese temblor de por debajo que se nos aparece a veces como razón o como belleza o como verdad, pero siempre como misterio.

Un yo cualquiera

En la creación de la poesía popular nacida de y en la tradición popular poética, las cuestión del ‘sujeto creador’ (sea quien sea) implica unas condiciones que no so0n als propias del sujeto creador culto. Implica, por ejemplo, una personalidad lo más despersonalizada posible, vaga, difusa; un yo que sea un yo cualquiera, como es el yo gramatical cuando habla. El sujeto creador con nombre propio molesta en la creación de la poesía popular; es un impedimento, tiene que saberse quitar de en medio; perder su nombre para hacerse pueblo. Con esa condición de yo impersonal, ese yo será también tú, y ello al mismo tiempo porque su flecha va a clavarse en el corazón de todos, en el corazón común. El yo popular es un yo en que uno deja de ser uno para ser uno cualquiera, quitándose de en medio y dejando hablar al lenguaje. Pero ese yo tan débil personalmente tendrá un fuerte temperamento (fuerza impresita) mucho carácter y poca personalidad. Así de difícil, pero así es como funciona.

Contar cantando

¿Y cómo consigue esto la voz del pueblo? Lo consigue, entre otros procedimientos, porque en el fondo, aunque haga poesía lírica, está haciendo épica, está narrando: está contando mientras canta. El mismo distanciamiento y precisión con que cuenta las hazañas del héroe épico, o los entresijos de un crimen horroroso, ese dar la voz a lo otro entraña un cierto extrañamiento cuasi mecánico, como si de marionetas movidas por hilos se tratara; ese mecanismo está en la base de lo trágico, pero más aún de lo cómico; el yo lírico popular actúa también con ese alejamiento entrañable de ser y no ser el mismo el que sufre y el que habla. Aún en el más desgarrado de los quejidos del cante jondo aunque se apele al instante dolorido se está apelando al dolor común. Mi desgracia es la desgracia, como en esta soleá:

Cuando me pongo a considerá
Que me tengo que morir
Tiro la manta en el suelo
Y me jarto de dormir.

Por lo tanto no importa quien haga la poesía popular sino lo que ella hace y deshace. El temple de lo popular no está en su autoría ni en su origen sino en su masa, en su decurso y en su destino, en los lugares que toca. Si llega o no llega al pueblo, si este la retiene porque sea no solo popular sino memoriosa. Si está viva al oído y al corazón popular –pueblo que no tiene una tipología concreta ni una clase social determinada (**)y que está allá donde está la razón común hecha razón poética. Si vive en el tiempo, si es tiempo puro su trama, tiempo que de vez en cuando al parar nos deslumbra enseñándonos el cristalino cuerpo del instante.

(Texto extraído de la conferencia del mismo título, que la autora expuso en los Cursos de Verano de la Universidad Complutense, en Almería, julio de 1992)


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(**) Entendemos (ACLARA LA AUTORA) que quizá una condición sustancial de pueblo sea lo nacido en rebeldía desde abajo hacia el sometimiento impuesto desde arriba, sea desde instancia gubernamental o contra los mismos cielos; eso en el plano colectivo y en el plano solitario, la guerra de cada cual con su próximo y contrario.

CAMINAR CONOCIENDO, PAGS. 26-27, Nº 3, MAYO DE 1994

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