viernes, 26 de enero de 2007

Literatura contra el racismo: 'ADONIS: Árboles'


ÁRBOLES
Por Adonis

3

Cubierto de arrayán,
De aflicción transparente como el secreto,
De silencio
Y desgarro luminoso.
Dijeron: después que lo enterraron,
Partió la tumba,
Y arrojando su muerte, voló:
Buscando lo materno
En la patria del hombre.
Y dijeron: aquí, tras el pequeño cerro,
Había una pobre esposa
Embarazada:
Entre el día y la noche,
En el silencio
Y en el desgarro luminoso,
A la espera del niño que vendría.


(Poema de Alí Ahmad Said ‘Adonis’, traducido por el profesor P. Martínez Montñávez. Ver ‘Nuevos Cantos Arabes a Abderraman I’ en la biblioteca)

(para una literatura contra el racismo)

LEÍDO EN LA REVISTA DE LA JUNTA DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA MUNICIPAL DE LAS NAVAS DEL MARQUÉS, ‘CAMINAR CONOCIENDO, Nº 3, PAG. 37. MAYO DE 1994


ADONIS:
Nació en Siria, pero en 1962 adquirió la nacionalidad libanesa. A los 24 años, pasó once meses en prisión, acusado de actividades subversivas. En 1956 fundó en Beirut la revista Shi’ir (Poesía) y, en su nueva patria de adopción, inició una intensa labor creativa. Entre sus obras se encuentran algunas de las más significativas de la poesía árabe contemporánea, como Canciones de Mihyar el de Damasco (1961), Celebraciones, Libro de las huidas y mudanzas por los climas del día y la noche (1965), Epitafio para Nueva York (1971), Crónica de las ramas (1991)… Es, asimismo, fino y penetrante estudioso de la poesía y la literatura árabes, como revelan sus ensayos sobre la poesía y la poética árabe, El diván de la poesía árabe (1964), El tiempo de la poesía (1972), La palabra de los orígenes (1989), Introducción a la poesía árabe (1976) y La poética árabe (1989), estos dos últimos publicados por esta editorial en un solo volumen con el título común de Poesía y poética árabes. [Poesía y poética árabes, col. el collar de la paloma, nº 3; Libro de las huidas y mudanzas por los climas del día y la noche, col. poesía del oriente y del mediterráneo, nº 4; Canciones de Mihyar el de Damasco, id., nº 9; El Libro (I), id., nº 23

Carmen Ruiz Bravo-Villasante: LA MANERA MORISCA

LA MANERA MORISCA

Por Carmen Ruiz Bravo-Villasante

Cuenta Cide Hamete Benengeli, autor arábigo y machego, en esta gravísima, mínima, dulce e imaginada historia…” Con estas palabras se incia el capítulo XXII de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha que trata De la libertad que dio Don Quijote a muchos desdichados que, mal de grado, los llevaban donde no quisieran ir”.



La gran expulsión de los moriscos tuvo lugar entre 1609 y 1614. Y en 1615 se publicó en Quijote, esa fe de vida individual y colectiva entre la ilusión y la pesadilla, la experiencia, la compasión.


Se les quiso expulsar de la realidad social, del idioma y la historiografía, escatimándoles o negándoles la nación’ hispana, que indudablemente era la suya, tratándolos con la miraad exotizante o extranjerizante. En el Renacimiento muchos de los modos cristianescos (término que tomo de un personaje cervantino) se oponían, realmente a las minorías moriscas. ¿Por qué eran tan diferentes moriscos y no moriscos? ¿En qué estribaban las inconciliables diferencias?

Uno de los principales elementos diferenciadores de la tradición cultural morisca venía de su pertenencia al Islam. Y el Islam se caracteriza y distingue –entonces y ahora- por su capacidad de convivencia. Los hispano-árabes (tanto cuando estaban en el poder político y cultural como cuando eran perdedores) consideraban que los cristianos y judíos pertenecían a la misma línea de tradición religiosa que los musulmanes, creían en el mismo Dios o Allah, y que a todos ellos había que reconocerles explícitamente el derecho a mantener su rito, prácticas, fiestas, enseñanzas propias. Sabían también que entre los propios musulmanes, se admitía en gran medida la pluralidad y diversidad lingüística, y de costumbres y practicas jurídicas. La tradición de los moros (término no peyorativo con que muchos cristianos llamaban a sus vecinos musulmanes, y como tal utilizaremos) era, pues, la más abierta de su tiempo, y un reto de civilización.

La manera de trato hispano-cristiana había ido asimilando e imitando la manera hispano-mora hasta que estallaron las cruzadas. Durante los últimos siglos de al Edad Madia los hispano-cristianos dieron muestras de que podrían compaginar el poder con la sensatez, de manera que los hispano-moros e hispano-judíos que quedaban, en minoría, bajo su dominio estaban insertos en el conjunto social. La palabra árabe mudáyyam (=mudejar) sirvió como epíteto que describía a estos hispano-moros, pero también a muchas manifestaciones culturales hispano-cristianas; quería decir ‘mestizo’, culturalmente hablando. La población mora mudéjar mantenía más o menos esencialmente su religión islámica; mantenían la lengua árabe o iban siendo intensamente bilingües, conocían la música, romances, pensamiento, y en general la literatura arábiga lejana y cercana, hecha en el al-Andalus, y la hibridación e innovaciones hispano-latinas e hispano-romances. En el arte, lo mudéjar sigue siendo tan diverso como familiar, y se encuentra por todos los rincones.

¿A qué se querían que se convirtieran los moros, los españoles moros, tras la caída de Granada? No se trataba solo de que se convirtiera al Cristianismo (cosa que algunos musulmanes ya venían haciendo), ni que fueran mestizos cultural o étnicamente. Se pretendió que se convirtieran a un determinado cristianismo, a una ideología de cruzada intolerante, a un modo cristianesco excluyente, y se les explicó muy claarmente en que consistía ese nuevo proyecto ‘cultural’: además de la fe religiosa islámica, tendrían que abandonar la lengua árabe, olvidar su literatura, dejar de cantar la canciones arábigas o las enjarchadas y zejelescas, los romances fronterizos y de los moros, las comidas que recordaban las fiestas islámicas, los bailes, cantes e instrumentos arábigos o mixtos, la tradición de purificarse y ayunar en Ramadán, los debates o contiendas ideológico-intelectuales. Hasta la letra árabe les quedaría prohibida. Pero, sobre todo, se les pidió un imposible: que renunciasen a su fe, tan islámica, en la convivencia y en el proyecto de una sociedad plural, y proclamasen los beneficios de la nueva doctrina dominante cristianesca, y la llamaran renacimiento.

A estos que no renunciaron del todo al ideal, que a veces escribían su lengua romance en la hermosa y proscrita grafía árabe, llamamos moriscos. Sentimos una especie de dolorosa actualidad al pensar que muchos fueron expulsados de su patria, de su patria en el siglo XVII (¡¿Hace tan poco tiempo?!, ccomo nos señalaba en una conversación, en Ávila, el gran poeta árabo-oriental, Adonis) Y que a todos se nos arrebató una parte esencial de nuestra ideal cultural. Pues ese ideal ¿era sólo de los moriscos? ¿quedaron cripto-moriscos? ¿cómo pervivió la convivencia mudéjar?

Son cuestiones y conceptos a las que se vienen dedicando los investigadores e investigadoras españoles cada vez con más profundidad, sensibilidad y precisión (bastaría ver el reciente libro de Mikel de Epalza Los moriscos antes y después de la expulsión, editado en MAPFRE, 1992, para comprobarlo)

Mas no podemos quedarnos sólo en el pasado, en su indudable pero confinado atractivo. Como humanistas, historiadores, pensadores, antropólogos, conscientes de que van perfilando la línea de Américo Castro, podemos llevar la inquietud hasta el presente y repensar todas estas cuestiones interculturales más allá de la frontera-expulsión del XVII (como nos enseña a hacer Pedro Martínez Montávez, en al-Andalus, España, en la literatura árabe de hoy, en la misma editorial y fecha) Porque hoy podemos comprender nuestro componente morisco, nuestra rica tradición mora y arábiga, también yendo al encuentro de de la cultura viva y actual. El conocimiento de la lengua árabe, de la estética y el pensamiento e inquietudes moras y de los alárabes todos, como diría Cervantes, tieenn que volverse a sentir en muchos lugares. Entre ellos, las tierras castellanas y manchegas. De donde no salieron ni fueron desarraigados nunca definitivamente.



Carmen Ruiz Bravo-Villasante


LEÍDO EN LA REVISTA DE LA JUNTA DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA MUNICIPAL DE LAS NAVAS DEL MARQUÉS, ‘CAMINAR CONOCIENDO, Nº 3, PAGS. 36-37. MAYO DE 1994

jueves, 25 de enero de 2007

Felipe Juaristi: LA NOCHE DE LOS SUEÑOS (I)

NOCHE DE LOS SUEÑOS (I)

Por Felipe Juaristi

Veo un mar ancho, muy ancho, su corriente tranquila. Veo al fondo, a lo lejos, unos barcos que se balancean sobre el azul. La mañana es tranquila, apenas restos de la lluvia de la víspera. Por la orilla van paseando unas señoras muy mayores, algún joven; unos hombres van extendiendo algas sobre trozos de arena.
Me quedo quieta sentada sobre un banco frío. Me subo el cuello de la gabardina. Hay imágenes que se van sobreponiendo sobre las que veo en estos instantes, de otras veces que estuve en el mismo lugar y contemplando la misma escena, aunque de aquello hace tiempo.
El mar siempre me parece distinto, y quizá lo sea, porque sus aguas se renuevan continuamente. Solo nosotros los seres humanos, damos vueltas y más vueltas al pasado, como si fuésemos animales encadenados a una noria del tiempo. Miro la escena y es como si no la hubiera visto nunca. Hay tres hombres de cierta edad que buscan oro en la arena, con aparato metálico que produce un extraño aunque nada desagradable ruido. Parece que están acostumbrados a su trabajo, porque no se pierden en circunloquios e idas y venidas. El aparato chirría muy fuerte en un punto, cerca de donde estoy yo. Ríen y gritan de alegría, como si esperasen todo un tesoro que hubiera quedado enterrado y comienzan a cavar con unas pequeñas palas que llevan consigo.
Uno de ellos levanta una pulsera de oro, brilla mucho a estas horas de la mañana, cuando los rayos de sol apenas han comenzado a hacerse notar. Quizá haga calor un poco más tarde. El segundo lo veo bien, saca del agujero un objeto largo y que no relumbra tanto como el anterior. Parece de plata y tiene una esfera metálica como la de un reloj. Quizá sea un reloj que algún despistado dejó sobre la arena y luego cuando estalló la tormenta no se acordó de recogerlo.
El tercero enseña a los otros dos algo que es pequeño y esférico, pero destaca más que los otros objetos.
Lo introduce en uno de sus dedos. Y yo siempre sueño que es el anillo de casada que arrojé a esta misma orilla a la mañana siguiente de la boda, cuando me di cuenta que quien se había casado conmigo no me quería, ni me quiso nunca.

Felipe Juaristi Galdós


(Este relató onírico de Felipe Juaristi salió en la revista 'Caminar Conociendo' número 3 de mayo de 1994 en la página 38)


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Felipe Juaristi es uno de los nombres más representativos de la literatura vasca contemporánea. Fundador de las revistas Literatur Gazeta y Porrot es un escritor reconocido especialmente por su obra poética. A su primer libro de poemas Denbora, nostalgia (1985) le siguieron Hiriaren melankolia (1987) y Laino artean zelatari (1993). También es autor de libros como Ilargi lapurra (1994) y la novela Arinago duk haizea, Absalon (1990).
Para aquellos que podemos leer sus libros en euskera, Felipe Juaristi es un gran poeta que escribe con numerosas dudas y alguna que otra respuesta abandonada entre sus palabras, sobre lo que siente por los que como él, viven, aman y mueren en un paisaje cercano, tantas veces terrible, pocas veces amado, muchas sentido y odiado, y rara vez, como la belleza en sí, en armónico equilibrio, aceptado.
Para los lectores de poesía y para aquellos otros interesados en una voz que no responde a ninguna escuela o grupo más o menos definido, la publicación de otro libro, Geografía de las preguntas, que en su edición en euskera logró el Premio Euskadi de Literatura, supone la posibilidad de conocer por fin a un poeta original, motivado por el pensamiento y la emoción que emana de la palabra sencilla y madura, y que hablando de lo que conoce, como si de un juego de corte filosófico se tratara, plantea la lucha del hombre por ser quien es, con el pulso del poeta por lo que escribe.

Felipe Juaristi: LA NOCHE DE LOS SUEÑOS (II)



LA NOCHE DE LOS SUEÑOS (II)

Por Felipe Juaristi

Siempre he tenido miedo de que mi mujer se escapara y se fuera con otro. Lo reconozco soy un marido celoso y hago, además, que la haga vigilar una pareja de detectives, que me cuestan un ojo de la cara, porque los detectives cobran bastante más que los abogados. Lo de los abogados no lo digo por decir, sino porque he estado viendo las minutas que cobran en caso de divorcio. Yo no quiero divorciarme. Al contrario, quiero con locura a mi esposa. Es la mujer más guapa que he visto en mi vida, rubia, alta, con dos ojos verdes que parecen dos pájaros cantarines, de lo alegres que están siempre y lo que bailan en sus órbitas. La quiero y estoy asombrado de que ella se haya casado conmigo, que como hombre soy bastante ridículo, por mi fealdad, y desmañado, que no soy capaz de hacerme siquiera el nudo de la corbata.
A pesar de que los detectives no han encontrado en ella pruebas que podrían levantar sospechas sobre su infidelidad no me creo que ella pueda vivir conmigo y temo que cualquier día se marche.
Hace unos días tuve un sueño muy extraño. Lo tengo que contar, más que nada para tranquilizarme. Mi mujer estaba acostada conmigo, como siempre en la parte más cercana a la ventana. Yo dormía plácidamente. Y entonces creí ver que le crecían unas alas. Eran unas alas grandes como de rapaz, no de paloma o de ave de ese tamaño. Eran unas alas fuertes, brillantes, unas alas recias para volar muy alto y surcar el cielo, hacia el confín del mundo, o para encontrarse con el sol y las estrellas. Ella estaba reluciente, majestuosa como una diosa.
Entonces, a pesar de mis ruegos, comenzó a volar. Y la perdí enseguida de vista.
Me desperté y miré a mi lado para ver si ella continuaba en nuestro lecho. Efectivamente, ella estaba allí, dormida. Sonreía y vi en su cara un signo de ligereza que me asustó. Estaba como ausente, como si su cuerpo hubiera quedado junto a mí, todo lo demás hubiera volado.
Por eso temo que cualquier día se vaya y me deje sólo y abandonado.

Felipe Juaristi, Donostia, enero de 1994

El autor es un conocido poeta y periodista euskaldun muchas veces galardonado


'Caminar Conociendo', nº 3, pag. 39

martes, 23 de enero de 2007

Germán González de Andrés: REFLEXIONES SOBRE EL TIEMPO



Por Germán González de Andrés(*)



"El tiempo es como la cuarta dimensión del hombre, testimonio de su evolución: espera y experiencia, simultaneidad y sucesos, pasado, presente y futuro"



Sería interesante pensar un poco en este concepto tan citado 'no tengo tiempo', 'me falta tiempo', 'ahora tengo todo el tiempo que quiero', ocupación del tiempo libre, y tan poco definido, quizás porque el devenir del mismo hace tan evidente su definición, que muchas veces queda en una imprecisión o precisión cronológica solamente.


Existe un tiempo astral, existe un cronos celular, existe un tiempo objetivo que el hombre suele medir con el reloj y el almanaque y que crea dependencia. Existe un tiempo biológico, basado en nuestros propios bioritmos (sueeño, actividad física, metabolismo, etc.); existe un tiempo subjetivo, marcado muchas veces por nuestra conciencia, y existe un tiempo histórico y también un tiempo cultural.


Dese siempre, el hombre ha tratado de medir el tiempo y ha conseguido dividirlo, multiplicarlo, definirlo, y también sumarlo, pero en el fondo, el tiempo será únicamente la suma de lo pasado, de lo que está ocurriendo en este momento presente, y de lo que puede ocurrir a partri de este instante, futuro.


Dice la sabiduría popular que del tiempo no debe preocuparnos más que el presente, que el pasado ya no lo podemos modificar y que el futuro ya no está en nuestras manos, que esa sucesión de instantes son al fin y al cabo el tiempo físico que es un contínuo que se proyecta hacia el futuro, huyendo del pasado.


Aunque aparentemenet el tiempo se desliza como un continuun en el hombre, la realidad está constituida por la suma de millones de momentos (fracciones muy pequeñas e indivisibles en el tiempo, según el biólogo K. von Baere) pero estos momentos no son los mismos ni tienen la misma duración en unas especies de animales que en otras y esto es lo que definimos como tiempo físico.


Otra cosa y solo propia del hombre es lo que podríamos llamar tiempo anímico o tiempo interior que puede hacer distorsionar para nosotros esta cuarta dimensión, de manera que estos momentos podemos revisar todo un ciclo de nuestra vida y podemos proyectar la memoria y revivir el pasado o, de alguna manera, proyectarnos hacia el futuro; por ejemplo en nuestras propias vivencias unipersonales o en un caso tan frecuente como el pronóstico de una enfermedad o de la futura evolución de un enfermo. Natuarlmente, este tiempo anímico o interior puede estar distorsionado; recordemos a Jorge Manrique, 'porque a nuestro parece cualquier tiempo pasado fue mejor', o bien cuando pronosticamos a un enfermo de Alzheimer, en que aventuramos un pronóstico basado únicamente en nuestra experiencia o en nuestro bagaje científico.


Es interesante el pensar en el tiempo y sería bueno tener tiempo para sentarse a reflexionar sobre el mismo, lo que parece absolutamente claro es que cuando se ha doblado ya el 'cabo de las tormentas' de los 50, es cuando el hombre es consciente del poco tiempo que le queda, de lo que ha perdido y de la necesidad de emplear adecuadamente el tiempo que la vida, el destino o la providencia, quieran darle todavía.


En la Facultad de Medicina de Valladolid y en el Aula Magna, existía en el artesonado del techo una serie de leyendas, y, de ellas, la qeu más me impresionaba en mi lejana juventud, era una que decía sencillamente: 'ARS LONGA, VITA BREVIS' (El Arte es largo, la Vida breve)


Cuando pasa el tiempo y quiera Dios que todavía podamos disponer de mucho, es cuando se es realmente consciente de la verdad de esta máxima, primer aforismo de Hipócrates.

Las Navas del Marqués (Ávila) Enero de 1994

(*) Germán González de Andrés es médico

REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO' PAG. 44, Nº 3. MAYO DE 1994

lunes, 22 de enero de 2007

Victor García Hoz: COSAS QUE SE DICEN

COSAS QUE SE DICEN: YO SÓLO CREO LO QUE VEO

Por Víctor García Hoz



A la hora del café unos cuantos amigos charlan de los preparativos que se estaban realizando para las fiestas.



Comento uno la hazaña de un chiquito que, con sus 14 años, entrenándose para carrera ciclista, dejó atrás, en una cuesta arriba, a los demás, todos mayores que él, y llegó al final tan fresco.


Uno de los contertulios dijo:

-Llega tan fresco… ya quisiera haberlo visto. Yo sólo creo lo que veo.

-Pues a mí me parece –replicó otro- que si sólo crees lo que ves poco sabes de la vida.

-¿Por qué dices eso? Tengo bastantes años y he visto muchas cosas.

-No tantas, no tantas. La mayor parte de las cosas que crees saber, las sabes porque te las han contado o las has leído.

-Yo he oído –terció otro- que las cosas importantes en la mayoría de los casos o están muy lejos o se hallan escondidas.

-–argumentó otro más- hasta hay quien dice que justamente lo que no se ve es lo más importante de la vida.

El que dijo creer solo lo que veía, exclamó medio enfadado:

-Pues si que me estáis poniendo bueno. A ver, decidme que cosas son esas tan estupendas y que están escondidas.

-Hombre –dijo uno- empezando por el coche. Lo que se ve en el coche es la carrocería, el tamaño, el color, la amplitud de los asientos y del maletero. En cambio, lo que no se ve es el motor y el sistema eléctrico. Y ya me dirás tú qué es lo más importante.

-Pero bueno –dijo el que no creía- me basta con levantar la tapa, como el capó del coche y veo lo que está encendido.

-Pero no es nada bueno andar con el coche con el capó levantado.

-A mí se me ocurre otro ejemplo –intervino otro- el corazón del hombre. A todos nosotros se nos ve la cara, la estatura, el color del pelo, cómo vestimos, pero no se nos ve el corazón. Y en cuanto a importancia…

-Pero vuelvo a lo mismo –insistió el que no creía- el cuerpo humano se puede abrir, aunque sea en situaciones excepcionales, y entonces el corazón se ve.

-Y yo vuelvo también a lo mismo –dijo el que había hablado del coche- mientras el corazón está a la vista triste vida lleva el que lo tiene; necesita el que se lo vuelvan a encerrar para funcionar en la vida corriente.

Entonces habló uno que antes no había despegado los labios:

-Me parece que andáis por las ramas hablando de lo que está oculto y se puede descubrir. Hay cosas en la vida que no se pueden ver porque no tiene ni tamaño, ni color, ni ocupan espacio porque no son cosas materiales, no tienen cuerpo.

-Hombre –dijo alguien- dinos cuáles son algunas de esas cosas.

-Ahí van unas cuantas –contestó el interpelado- La amistad, ¿existe la amistad? ¿de qué color es? ¿cuánto ocupa? ¿dónde está? El rencor, ¿se puede ver? La honradez, la tacañería, la generosidad, la envidia…

Por unos momentos el silencio se adueñó del grupo. Luego continuó el que estaba hablando:

-Todas esas son cosas que sentimos dentro de nosotros mismos. Están en nuestro interior; pero tampoco podemos decir que se hallen en este sitio o en el otro, como podemos decir que el corazón está en la parte izquierda del pecho, que el cerebro lo tenemos en la cabeza o que fémur se halla en el muslo. No ocupan lugar porque no son cuerpos.

-¿Qué son, entonces?

-Son cosas espirituales, pertenecen al espíritu.

Y volviendo al que había dicho no creer sino lo que veía, le dijo:

-¿No crees que existen esas cosas?, ¿las ves?

Otra vez el silencio.

Algunos dijeron:

-El espíritu… el espíritu –meneando la cabeza.

-No se ven, no tienen cuerpo y, sin embargo, en el espíritu tenemos los hombres las fuerzas más importantes. En el espíritu están los conocimientos, pocos o muchos, que tengamos, está la amistad, está el rencor, están los buenos propósitos, están las intenciones dañinas. Del espíritu sale lo bueno y lo malo de cada uno.

Todos callaron… y se tomaron su sorbo de café.



ESTE DIALOGO DE VICTOR GARCÍA HOZ SE HA TOMADO DE LA REVISTA ‘CAMINAR CONOCIENDO’, Nº 3, PÁGINA 45 DE MAYO DE 1994


Víctor García Hoz (1911-1998), pedagogo español licenciado en la Facultad de Filosofía y Letras de la universidad central, y primer doctor en pedagogía que hubo en España, entre otras cosas, forma parte del circulo que ha postulado nuevos métodos para llegar a una educación más completa y verdadera. Su personalidad y obra pedagógica adquieren resonancia internacional, reconocido principalmente, como pionero del movimiento renovador que, bajo el concepto de Educación personalizada , se desarrolla a partir de la década de 1960, su permanente tema de estudio, en el que ha dejado una indudable huella al aplicar sus modelos teóricos-prácticos y extender sus experiencias a diferentes ambientes, instituciones y niveles educativos. Es obligado reseñar las aportaciones del profesor García Hoz al uso del método experimental en la solución de problemas educativos, la sistematización realizada de los saberes pedagógicos y el gran número de investigaciones científicas que ha tutelado.