lunes, 5 de febrero de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Hablamos con Eusebio García Luengo: Vida (1)



Vida (1)

Se le ve, desde hace varios años, veraneando en Las Navas del Marqués. Poquito a poco, apoyado en su cayado, acude, todos los días, al mismo bar ‘a ver pasar al personal como dicen en Madrid’. Es el escritor Eusebio García Luengo que representó mucho en la literatura de la postguerra y posterior. Su época como el dice es muy difusa.
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Nació en Puebla de Alcocer (Badajoz) en 1910. Llegó a Madrid en 1923, fecha que recuerda por ser el primer año de la dictadura de Primo de Rivera. Destaca siempre al llegar a este punto que no vino de Badajoz sino de un pueblo. ‘Lo digo pues Badajoz no es una capital, donde la provincia gire a su alrededor, como Valencia donde he vivido o Coruña o Santander, no; es un ente aparte’. Está su pueblo incluso más cerca de Madrid. ‘A Badajoz iban a resolver problemas administrativos los ricos. Los demás no se movían o poco’. Piensa que ‘el extremeño de siempre (quizá ahora menos por eso del regionalismo), apenas tuvo conciencia histórica o política de pertenecer a una región’. ‘Yo mismo he vivido de espaldas a mi tierra. Los extremeños no tenemos querencia de la tierra. Tenemos querencia tribal, de familia, pero la tierra, la provincia o la región no la sentimos. Claro, yo no se lo digo a estos señores de las autonomías. Me dirán que ¡vaya extremeño! Pero es así’.
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Tiene 84 años. Ha pasado, por tanto, ‘la edad del no se dice’. Comprende ese problema que él ya ha superado, pues, en contra de lo que se cree, los hombres también somos ‘coquetos’. Distingue entre edad y años. ‘La edad es inequívoca. Entiendo yo por edad el ciclo vital. En él se refleja todo lo vivido, concentrándose en el rostro, en los ojos, en la mirada, en la experiencia moral, espiritual. El rostro, como decía Leonardo da Vinci, es biográfico’.
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En su curruculum figura como periodista que él niega, añadiendo que no lo fue en sentido estricto, ‘si cercano, colaborador, sobre todo en revistas. No eh tenido profesión definida, cosa que lamento, que bien lo he pagado’. Le gustan mucho los periódicos. ‘En España hay muy buenos periódicos, incluso se mantiene aún en buena parte el periodismo literario. Leyéndolos, y sabiendo elegir, se está uno bien enterado del movimiento intelectual’. Estudió en la Universidad Central (en san Bernardo) derecho y Filosofía y Letras que no terminó. ‘Fui un desastre’.
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La guerra le sorprendió ‘como a todos, incluso a los ministros de la República’. Vivió la mayor parte de la guerra en Valencia, donde conoció a numerosos personajes de las Letras: León Felipe, Machado (Don Antonio, le gusta decir), Vicente Gaos… Publicó ‘varios trabajos en diarios y publicaciones de la más espaciada periodicidad’, por ejemplo, ‘Nueva Cultura’, ‘revista que jugó un papel importante y que dirigía José Renau’.
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Durante los primeros años de la República, ‘en que cuajaban inquietudes intelectuales y literarias’, su actividad de escritor fue azarosa, publicando aquí y allá, y siempre de modo escaso. ‘Ver impreso un artículo o un comentario cualquiera revestía gran dificultad’. La colaboración en diarios era aun más difícil. Hacia 1932 o 33 llegó a editar una revista, ‘Letra’, con algunos amigos, entre ellos Manuel Villegas López, crítico de cine que conoció en Las navas del Marqués en el verano del 26 y que escribió un notable libro sobre Chaplin ‘Charlot’.
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Acabada la guerra del 36-39 no fue excesivamente castigado por los vencedores, ‘los facciosos, los fascistas como les decíamos por aquí’. Dice que él no fue ‘miliciano de la cultura’, sino soldado de servicios auxiliares del Ejército de la República 'en la tercera revisión normal de mi quinta, pues se me declaró inútil parcial’. Fue amigo de Juan Aparicio, director de ‘El Español’, ‘un liberal jonsista (liberal a su manera, claro) pero otros lo eran menos’. En ‘El Español’ fue publicando por entregas una novela ‘El malogrado’, de la que apenas guarda números. ‘Si quisiera editarla tendría que ir a espigar entre los papeles de la Biblioteca Nacional. He sido un desastre y ahora pago las consecuencias. Ni tan siquiera, de Índice, guardo la colección completa, y eso que mi contribución a ella fue capital, para qué negarlo'.

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