lunes, 5 de febrero de 2007

Juan Fernández Figueroa: 'En silueta: Eusebio García Luengo'

EN SILUETA: EUSEBIO GARCÍA LUENGO

Por Juan Fernández Figueroa (*)

Su barba es como de alambre, hirsuta; sus ojos, dos ascuas negras. Recuerda, en el perfil a Don Quijote, sin lanza, ni escudo. Posee la elegancia desmañada de la naturalidad. Mira despacio, la vista a lo lejos. Hasta que se fija en algo que le atrae o incita. Entonces…
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Eusebio rumia lo que piensa. Es sujeto de lenta digestión intelectual. Vive sin prisa; su mente no se agita. La paz y el descanso le son vitales. Y luego, aunque le maten, no se apea de un ‘axioma’ suyo. Nunca pacta. Transige con desdén o despecho, pero no se aviene a ninguna otra razón. Sus ideas son hijas de su talento y le ‘duelen’. Como a hijas las engorda y las pare, y por ellas se irrita y sufre. ¡Ay, del que intente podar una rama, una hoja al tronco axiomático de su individualísima doctrina! ‘Estúpido necio’. De ninguna manera es tan apagada, igual que la uña a la carne; como Eusebio, flaco, débil, a las criaturas de su cerebro. ¿Ideas? Sí, ideas; y sangre, instinto, todo junto, ya que, según él, no son diferentes. El que piense otra cosa es ‘tonto’, de alma ‘mostrenca’ –adjetivos que a menudo utiliza-.
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Le véis en el café, solo, en su mesa; le véis en la calle, pegado a la pared, sorbiendo –en el invierno- el último rayo de sol… Agita su taza, bebe, mira, suda. En trozos de papel rugoso apunta tres palabras. Se levanta y da unos pasos. No le importa quién esté ni lo que piense. Desde la puerta inspira, toma aire. Vuelve… ¡un momento!: con el zapato pisa algo, se inclina… ¡Bah! Otra se sienta y suda. Añade a lo escrito un renglón, ‘Notejas’.
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De esas notas deshilvanadas, intermitentes, nace un escrito serio, grave, que Eusebio firma y ya no se desdice de él nunca.
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Su mesa de café, algunos paseos, las noches insomnes… son su mundo. Y ciertos viajes al pueblo nativo, a una provincia, de año en año. Basta. Lo que no se halla oculto en el corazón –sensible e inteligente- en ninguna parte se descubre. ¿Objetivo, subjetivo? ‘Pamemas’.
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Eusebio reduce la vida del contorno (la ilimitada e intensa vida) a su íntima experiencia. Cuanto no cae dentro de ella, sobra. ¿Existe? Punto de ebullición, punto crítico, donde él ahonda, cava su mina. E. G. L. trabaja en su suelo hacia abajo. Ahí abre con la inteligencia un pozo. Lo de arriba, lejano, que escapa a su tubo visual ¿acaso es distinto, vale para saber más, le rectifica? No. Eusebio es hijo de su fe estoica, estática, cristalizada. ‘Como todos’. Cada uno sabe lo que puede. En nada somos libres. ‘El saber no ocupa lugar’. (Y es bien cierto) La perspectiva de su fe, de su sabiduría honda, tenaz, ascética –de café, pan y agua, con algún cigarro de añadidura-, es la de su periscopio.

RESUMEN DE SU CREDO:

Vivir es amar padeciendo. Aquello que nos consume y quema nos hace existir y ser. Y nos extingue. De ese cuerpo y esa alma en pena, que viven, surge la ínfima luz que nos alumbra, no hay alternativa.
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Pesimismo ético, doliente, de hueso laico.
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Su defensa es ser flaco de carnes, siendo fortísimo de espíritu. Pero éste no es su argumento. ‘Todo se explica, todo es lógico’. Incluso la ‘memez’.

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(*)Juan Fernández Figueroa, dueño y director de la revista 'Índice', fue amigo de Eusebio García Luengo y lo colocó en su revista como redactor jefe cuando más necesitaba el escritor un trabajo
Índice, abril de 1965. Año XVIII. Nº. 196

(Agradecemos a los señores Miguel y Alfonso Gutiérrez Zamorano de Corrales del Vino, en la provincia de Zamora, el que nos proporcionaran este y otros materiales acerca de Eusebio García Luengo)

LEIDO EN LA REVISTA 'Caminar Conociendo’, Nº 3, PÁGINA 15

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