jueves, 25 de enero de 2007

Felipe Juaristi: LA NOCHE DE LOS SUEÑOS (II)



LA NOCHE DE LOS SUEÑOS (II)

Por Felipe Juaristi

Siempre he tenido miedo de que mi mujer se escapara y se fuera con otro. Lo reconozco soy un marido celoso y hago, además, que la haga vigilar una pareja de detectives, que me cuestan un ojo de la cara, porque los detectives cobran bastante más que los abogados. Lo de los abogados no lo digo por decir, sino porque he estado viendo las minutas que cobran en caso de divorcio. Yo no quiero divorciarme. Al contrario, quiero con locura a mi esposa. Es la mujer más guapa que he visto en mi vida, rubia, alta, con dos ojos verdes que parecen dos pájaros cantarines, de lo alegres que están siempre y lo que bailan en sus órbitas. La quiero y estoy asombrado de que ella se haya casado conmigo, que como hombre soy bastante ridículo, por mi fealdad, y desmañado, que no soy capaz de hacerme siquiera el nudo de la corbata.
A pesar de que los detectives no han encontrado en ella pruebas que podrían levantar sospechas sobre su infidelidad no me creo que ella pueda vivir conmigo y temo que cualquier día se marche.
Hace unos días tuve un sueño muy extraño. Lo tengo que contar, más que nada para tranquilizarme. Mi mujer estaba acostada conmigo, como siempre en la parte más cercana a la ventana. Yo dormía plácidamente. Y entonces creí ver que le crecían unas alas. Eran unas alas grandes como de rapaz, no de paloma o de ave de ese tamaño. Eran unas alas fuertes, brillantes, unas alas recias para volar muy alto y surcar el cielo, hacia el confín del mundo, o para encontrarse con el sol y las estrellas. Ella estaba reluciente, majestuosa como una diosa.
Entonces, a pesar de mis ruegos, comenzó a volar. Y la perdí enseguida de vista.
Me desperté y miré a mi lado para ver si ella continuaba en nuestro lecho. Efectivamente, ella estaba allí, dormida. Sonreía y vi en su cara un signo de ligereza que me asustó. Estaba como ausente, como si su cuerpo hubiera quedado junto a mí, todo lo demás hubiera volado.
Por eso temo que cualquier día se vaya y me deje sólo y abandonado.

Felipe Juaristi, Donostia, enero de 1994

El autor es un conocido poeta y periodista euskaldun muchas veces galardonado


'Caminar Conociendo', nº 3, pag. 39

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