viernes, 6 de mayo de 2011

Otto René Castillo (*): Madre Dolorosa (1)


A veces
me preguntan
los cenicientos
ojos
de mi madre
por qué
no descansa
la llama
de mi frente.

Pobre madre mía.

Nunca conocerás
cómo nacen
y se apagan
en mi estos dolores
con los que veo
al mundo
que transita,
come
y duerme.
Uno es tan
vil,
madre,
que se acostumbra
también
al sufrimiento.
Y lo lleva
consigo
como una bala
oscura
que rehuye
estallar.
Pero yo estoy
acostumbrado
al sufrimiento
de los otros,
porque los míos
son tan pocos
que, en verdad,
no vale la pena
por ello
lamentarse.
Así nace mi sombra.
Vedla sola consigo.
Ajena
a la arboladura
de tu castaño
y tu dulce regazo.
Olvidada,
por costumbre,
de que existen
ya los abuelos venideros
tus brazos en el mundo.

Y es que existen
los otros,
y uno se duele
mas de ellos
que lo que se duelen
ellos mismos.
Y a pesarde todo eso,
se suele decir que nunca
vuela de nosotros
la golondrina del llanto.
Puede suceder que tenemos,
oculto en un recodo de la noche,
el lugar donde solemos llorar.
Y donde, tras un pesar,
se acerca el luto
para decir el nombre
de seres que amamos
con toda la plenitud
del mundo en el amor.

Tú no sabes;
pero uno llega
en la noche,
casi siempre en sobresalto,
buscando en los amigos
que la vida nos dio
y que la vida oculta
para que nada les pase.
Y cuando de la sombra
salen los brazos del amigo,
solo atinamos a decir:
'¿Qué tal? ¡Te ves tan bien!'.
Y '¡Qué alegría verte, hermano!' .
Y caemos de bruces
a los ojos
y al pecho
del amigo, muriendo el inicio
de una fuga.

Nos separó la verdad;
la verdad
la verdad nos unirá también un día.
Hoy, madre,
somos los que se acercan
a la muerte
con la sonrisa
mas ancha y el abrazo
mas grande
para que nazca la vida
y los abuelos venideros
no tengan que sufrir tanto
como tú.
Amamos la vida.
tú lo sabes.

Y nos imponen
la muerte.
¿Por qué ponernos trágicos
entonces? Mataremos, pues,
mi dulce viejecita,
porque solos
con nuestras manos
estamos en el mundo.
Y lo que ellas
hagan
será, por fin,
la biografía
de nosotros.
Hermoso será
su rostro:
nuestro sufrir
despertado en estrella.
Tú nunca conocerás,
madre mía,
ccómo nacen y se apagan
en mi estos dolores,
estas últimas
lágrimas
vertidas
sobre el  hombro
del viejo planeta,
tan viejo y cansado ya,
como tu figura
y tu propio
dolor.
___________
(*) http://www.literaturaguatemalteca.org/Otto.html

(1) Leído en el poemario 'Vámonos, Patria, a caminar'

 (Del libro 'POESÍA REVOLUCIONARIA GUATEMALTECA. de Mª Luisa Rodríguez. Edita: Zero, S.A. Madrid, octubre 1969)


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