lunes, 8 de junio de 2009

De magreos, meneos y toqueteos; de la jodienda que no tiene enmienda -7- (*)

7ª: Obdulia Prieto. 1990



a) Descripción:


Obdulia, monseñor, era muy pizpireta y muy revolera, que aun frisando sus cincuenta se le daba una higa el qué dirán, y no se mordía la lengua piropeando cualquier trasero mozalbete que se le cruzara. Mocho en ristre, pañoleta corsaria y ojillos picaruelos, salía a los balcones a orear las alfombras de las casas donde limpiaba y allí se estaba ojo avizor a cuanto machote pinturero se dejara caer por sus dominios, que a más de un gallito le sacó los colores con su verbo procaz y malicioso.
Compañera de fatigas de doña Claudia aunque tan distintas en modales y compostura, hacía horas por las casas de la vecindad para redondear el sueldo de su bendito marido, aunque de suyo prefería limpiar en saunas y gimnasios, a ser posibles estrictamente masculinos, donde ya era conocida como 'La Forense' que hasta un cadáver levantara de puro soez y libidinosa.
Gran lectora de Bárbaras y Corines solía comprar el Hola y el Teleplús en el quiosco de Genciano -primo carnal de aquel Genicio, padre, y tan miope como él-, aunque también se llevaba de tapadillo el Playgay, el Mister Tranca y el Vayapar Magazine, por puro placer estético, según ella, que a socarrona y cínica nadie la aventajaba.
Se jubiló tarde y mal, pensión miserable, y deja ahora correr sus tardes por tascones y baretos de barriada, muy arregostada al carajillo de Chinchón y a la leche morena, y acabando de criar a sus retoños, que el último, por cierto, nunca supo si era hijo o era nieto. Y no le digo más, monseñor.

*

b) Epístola carnal a un párroco

/

Tarragona. Cualquier día de fiesta
de febrero. Querido Padre Anselmo.
Usted ya sabe, Padre, que el puchero
me hierve y se me da, y la cebolleta,
bien majada en su punto de meneo,
me sale de chuparse. Y gordezuela
me queda la morcilla y muy jugosa,
que la tengo un ratito en mi salmuera
y se calma, se arruga y se reposa.
No sé si entiende, Padre, mis figuras,
que me da un no sé qué con estas cosas
de irle contando picardías a un cura.
Pero, en fin, Dios dirá. Cogí mi estola
de peluche, y me fui a la biblioteca
por darme así un aliño de cultura
y escribir de corrido -con perdón-
el poema que tengo en penitencia.
Pero estaba prestado el Kamasutra
-¿se escribe así, mossén? y el Camarón
me daba repelús con tanta letra.
Así que pregunté a la cacatúa
-perdone-, Padre, que rimar la copla
me obliga alguna vez a ser faltosa-
y me sacó un libraco que es que a una
le pone casi sin querer cachonda.
Y es que menudo título: 'Las Putas.
Historia Natural de la Jodienda
Mercenaria'. No sabe usted que vicio
se gastaba el autor, Padre. ¡Qué prendas
le tocan a una en esto del fornicio!
Así que con el libro en la pechera
me volví a hacer la cena a los chiquillos.


(continuará
(*) Ilustración tomada de posturas del kamasutra

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